El reflejo de Iris

Capítulo 34

HARDY

 

 

—Joder, Hardy, no pueden seguir así. 

Ni siquiera me molesto en levantar la mirada cuando André entra en mi despacho. La música del local colándose con su entrada. Me aseguré de insonorizar bien el lugar para que todo lo que sucediera en la sala no me molestase aquí arriba, mucho menos a los locales colindantes o vecinos cercanos. Por eso, cuando su voz rasga el silencio y la música golpea mis oídos, solo puedo rodar los ojos y rezar por que su intervención sea lo más corta posible.

Tengo los papeles del caso de Jon delante, intentando buscar la más mínima grieta de la que sus abogados puedan aprovecharse. Aún cuando ya está visto para sentencia, necesito asegurarme de que no existe una sola posibilidad de que Penélope caiga en brazos de ese hombre. ¿Quién cojones usaría el nombre de su propia hija para malversar bienes públicos?

Isan sigue leyendo y releyendo la transcripción de la testificación de Jen. Llegó hace unas horas y desde entonces no ha levantado los ojos. Su cuerpo habla lo suficientemente alto como para que no necesite palabras para entender lo que está pasando por su mente en estos momentos. 

—Ni lo intentes, lleva cuatro días delante de esos papeles. A estas alturas, ya debería sabérselos de memoria. 

—Y tú llevas cuatro días en ese sofá a su lado, Analise —Es la primera vez que su hermano habla desde que ha llegado —. Deberías ir a casa a descansar. 

—Y tú deberías estar con Jen y no me ves aquí dándote lecciones de moral, ¿verdad? —ataca de vuelta la chica de ojos color almendra que no ha abandonado mi lado desde que decidí encerrarme entre estas cuatro paredes. 

—¿Pueden dejar la mierda para casa? —Corta André—. Ha habido una pelea y la policía está de camino, necesito que uno de los dos vaya a lidiar con ello. Yo tengo reunión con el equipo de seguridad. 

—¿No puedes encargarte tú? 

—¿Qué parte de "tengo una reunión con el equipo de seguridad" no entendiste, hermano? 

—La parte en la que piensas que dos borrachos peleándose son más importantes de el futuro de Penélope, Iris y Jen —Responde el rubio por mí. 

André se tensa. La respuesta es una mierda y lo sabemos. Llevamos cuatro días dejando que se ocupe él solo de todo lo que sucede en el Pub, pero no tenemos cabeza para más. No tengo cabeza para más. Porque si mi atención sale durante un solo segundo de estos papeles, volará directamente a Iris y al puto agujero que tengo en el corazón. 

—¿Cuántas horas llevas aquí encerrada aguantándolos? —Se cruza de brazos dejando caer su peso contra la puerta. 

—Más de las que me gustaría —confiesa Ana rodando los ojos. 

Se queda más que corta. Lleva sentada en ese sofá desde que yo estoy en esta silla. Mi mente viaja cuatro noches atrás, a ese momento en el que entré en el local viéndolo todo rojo. Al segundo exacto en el que las puertas se abrieron y una risa que jamás seré capaz de sacar de mi cabeza me atravesó como un rayo de sol tras varios días de tormenta. Analise estaba sentada en las butacas altas de la barra con Jason al otro lado preparándolo todo para la apertura. Sus ojos no tardaron en viajar hasta los míos, hasta el vendaval que azotaba las hojas de los árboles que Iris decía que se escondían en mis infinitos bosques. No sé qué vio, aunque creo que me conoce lo suficiente como para ser capaz de vislumbrar el reguero de sangre que iba dejando por el camino. Mi corazón estaba goteando, el hueco en mi pecho era oscuro y profundo, pero tenía que seguir adelante. Tenía que darle a Iris el espacio que pedía y merecía, aún cuando estaba perdiéndome en el camino. 

¿Quién era sin ella? Ya lo no sabía. Por eso decidí centrarme en lo que sí sabía hacer: ser abogado. Sabía cómo hacer mi trabajo, sabía cómo luchar por aquellos que necesitaban ayuda. E iba a luchar por Penélope. Por ella y por la mujer que me arrancó el corazón con su huida.

Supongo que Ana consiguió distinguir la desesperación, la ira, la tristeza y la esperanza que se escondía en lo más profundo de mis bosques. Aún cuando quería esconderme del mundo, no lograba hacerlo de ella.  Por eso, no me sorprendió escuchar sus pasos a mi espalda. Por eso, no le sorprendió que dejara la puerta abierta cuando entré a mi despacho. No hizo preguntas. No pidió nada a cambio. Simplemente, estuvo ahí. Está aquí para mí. 

—Por mucho que leas esos papeles, el pasado de Jen no va a cambiar ni va a desaparecer el trauma que ha supuesto para ella lo que sucedió con Iris. Mucho menos vas a conseguir que olvide la putada que le ha hecho su padre, así que deja esa mierda.  —Apoya su mano en el hombro del rubio, ejerciendo una pequeña presión de apoyo—. Baja, encárgate de la policía y vete a casa con tu chica. Es a ti a quien necesita, no al bogado dispuesto a hacer arder el mundo por mantenerla a salvo. Te necesita a ti, Isan, solo a ti. Joder, que hasta yo que estoy soltero lo entiendo. 

No tarda demasiado en hacer caso a sus palabras. El sonido sordo de la carpeta cerrándose se ve interrumpido por el portazo que da al salir. No es rabia, es prisa por llegar a Jen. Es esa necesidad de mantenerla a salvo que corre por mis venas con Iris y Penélope. Por eso ninguno hace ningún comentario. Por muy extraño que parezca, todos comprendemos que esos dos estaban destinados a conocerse, a permanecer juntos. 

—Y tú —continúa dirigiendo su mirada a mí— deja de llorar por las putas esquinas y haz algo, Hardy. ¿Crees que encerrarte entre cuatro paredes va a hacer que todo desparezca? Es que es patético hasta para nosotros. 

Escucho el susurro de una risa desde un extremo de la habitación, no necesito mirarla para saber que está disfrutando con el espectáculo. 

—Cierra la puerta cuando te vayas —es lo único que digo para zanjar el tema.

—Estás poniendo sus necesidades por delante de las tuyas, hermano. 

Cierra la puerta con fuerza, dejando claro su descontento. 




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