La sensación de ser vigilada era una constante en el pueblo. Cada crujido, cada sombra proyectada en la pared, reforzaba la idea de que cada movimiento era observado. Tras una exhaustiva búsqueda en el polvoriento ático, encontró un viejo cofre de metal oculto en un mueble desgastado. Durante días, se sumergió en la lectura de informes y cartas escritas a mano por Alexander Moore, el infame criminal que todos evitaban mencionar. Las palabras revelaban un alma torturada, un hombre atormentado por sus demonios internos. A medida que avanzaba en su lectura, sentía una conexión cada vez más profunda con aquel hombre, como si los secretos del pasado la estuvieran arrastrando a un abismo oscuro.
La luz tenue de la lámpara de escritorio proyectaba sombras alargadas sobre el detallado mapa que cubría por completo el enorme corcho. Las chinchetas de colores, como soldados en un campo de batalla, marcaban cada descubrimiento, cada pista que lo acercaba a la verdad. Este era su santuario, su cuartel general. Aquí, en la penumbra de su estudio improvisado, desentrañaba el misterio que la obsesionaba. Era un tesoro escondido, una historia que el poder había intentado enterrar para siempre. Con cada nueva conexión, una oleada de adrenalina la invadía, alimentando su obsesión. Pero también sentía un profundo miedo, el miedo a descubrir algo que podría cambiar su vida para siempre.
— ¿Quién eres Moore? — susurró intrigada.
No volvió al ático hasta darse cuenta de que podría encontrar más material. Ese “mapa de sueños”, como lo llamaba cómicamente, aún tenía lagunas que debía llenar para saciar su sed de conocimiento. Algunas de las cartas eran casi ilegibles, lo que dificultaba la investigación.
Al igual que con el cofre, pasó horas golpeando cada madera del suelo y las paredes. Sentía que algo estaba esperando ser encontrado y no se equivocaba, porque a punto de rendirse, una idea brillante se le ocurrió: 'Piensa como un psicópata... no es tan difícil, ¿no?' Se rió internamente de su propia ocurrencia. Ese pequeño ejercicio la llevó a mirar al techo, haciendo que inspeccionara las vigas. Una de ellas cedió ante la presión y se derrumbó. Justo en la unión de la viga y el pilar, algo brilló: una bolsa repleta de casetes con las etiquetas cubiertas por cinta
— ¿Quién carajos usa videocasetera en esta época? — Replicó al aire, era un mal chiste de Moore — vamos hombre… tanto material debe ser visto — agregó con una frustración momentánea, hasta que pensó en la solución.
La señora Dellow era una persona hermosa y amable, así que no puso objeción cuando le pidió prestado aquel antiguo aparato. Tomaron el té mientras ella le hablaba de sus plantas y de sus hijos. Disfrutaron de varios minutos de normalidad, algo que a Valerian le agradó.
Con un plato de sándwiches y su fiel cigarrillo, se sentó frente al televisor. Tenía planeada una noche de anotaciones, pero sus planes se desvanecieron cuando la pantalla, que antes estaba en negro, se iluminó con su imagen.
—Seguramente ya sabes quién soy —comenzó acomodándose en el sofá. La grabación titiló, pero su sonrisa permaneció inalterable—. De todas maneras, lo correcto es presentarse —aclaró su garganta y adoptó una postura que lo ubicó muy cerca del foco—. Alexander Joshua Moore, lo sé, ese segundo nombre es un poco ridículo, pero mi madre era bastante religiosa —rió sonoramente, exagerando el "bastante".
La pelirroja no se había dado cuenta de que no estaba respirando con normalidad hasta que ese comentario la hizo reír. "¿Este es el hombre al que todos le temen?" preguntó, ladeando la cabeza como un cachorro al ver un hueso.
—Voy a ser directo, para cuando veas las cintas, estaré lejos, pero no quería privarte de la verdad, si… yo los mate
Y fue ahí cuando la soda pasó de su boca a la alfombra, formando un charco oscuro que se extendía rápidamente. Sin inmutarse, se adelantó y se sentó sobre la mesa de centro, a centímetros de su rostro. ¿La había tomado por sorpresa? ¿O esperaba que inventara alguna excusa ridícula? No importaba. Sus ojos, fríos y calculadores, no mostraban ni un atisbo de remordimiento
—Iremos por el génesis de la historia —dijo, reclinándose en el asiento y entrecerrando los ojos—. Una niñez... interesante, digamos. Mi madre, una ferviente creyente, estaba convencida de que el 'Altísimo' me salvaría del infierno. ¡Ja! —soltó una carcajada amarga—. Como si eso fuera a solucionar algo. Años de terapia, de etiquetas y de pastillas... Pero nada me detuvo. Me uní al ejército, aprendí a sobrevivir en los lugares más inhóspitos y me convertí en un experto en seguir rastros. Ahora, puedo cazar cualquier cosa que desee y desaparecer sin dejar huella
Obviamente ese término no le hacía honor a la forma tradicional, él no cazaba pavos de acción de gracias, su mirada lo decía, Alexander disfrutaba cazar humanos.
...
Un golpe en la puerta la sacó de su letargo. La televisión, aún encendida, mostraba la imagen estática de Moore, su sonrisa casi burlona reflejada en la lente de la cámara. Un escalofrío recorrió su espalda, erizando cada vello de su nuca. ¿Por qué se había quedado justo allí la imagen? Con el corazón palpitando en su pecho, se dirigió a la puerta. Al abrirla, el cartero le entregó un sobre grueso. Al abrirlo, su sangre se heló. Era una foto de ella misma, tomada desde un ángulo que no reconocía, con los ojos fijos en la pantalla. La imagen la perseguía, la acechaba. Miró a su alrededor, buscando alguna señal, alguna explicación, pero solo encontró el vacío.
#6770 en Thriller
#2673 en Suspenso
romance accion y drama, crimen y suspenso, secretos apuestas y mentiras
Editado: 26.07.2025