"I can still see your face
Where it's burned into my mind I die every time"
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El sol llenaba la habitación en la que despertó. Por un momento, le costó recordar dónde estaba. Su cabeza dolía como un demonio. Luego de aquella frase desafiante que Logan le había dicho, Valerian había tratado de contener el sollozo. Su vida iba en picada y no podía permitirse volver a caer por alguien, al menos no por alguien a quien viera constantemente, merodeando con su insignia de héroe. Perdiendo esa batalla interna, las lágrimas continuaron su curso el resto de la noche, sintiéndose sola, hasta que logró dormir.
Examinó todo a su alrededor. Definitivamente, el oficial era demasiado pulcro; todo se veía armónico, pacífico, con algunas fotos familiares que pasó por alto. El reloj de la mesa de noche marcaba las 9:00 a. m. No tenía ánimos para levantarse y, de estar en su casa, se habría tapado hasta la cabeza para seguir durmiendo. Pero esa no era su casa. Suspiró, sentándose en la cama, y se percató del aroma que venía del exterior. Miró su apariencia en el espejo que colgaba de la pared.
«No es tu peor imagen, Ivy... bueno, algo así».
Acomodó su enmarañado cabello en una coleta desprolija, estiró su pijama y ladeó la cabeza. No era su mejor versión tampoco. Se veía vulnerable, y odiaba verse vulnerable.
Contó hasta tres, como una niña estúpidamente tímida, antes de salir por la puerta, solo para hallar una escena digna de una telenovela: Logan preparando el desayuno, la mesa perfectamente arreglada, la luz matinal adornando el ambiente, y ella... estática en su lugar.
—Oh, hola, Gin —sonrió el moreno al verla allí—. Iba a llamarte en unos minutos, pero me ganaste.
—¿Ahora ese será mi nombre para ti? —preguntó, sentándose con una media sonrisa en los labios.
Logan pensó por un instante y encogió los hombros.
—Deberías acostumbrarte, supongo. ¿Qué tal amaneciste?
La pelirroja presionó sus manos debajo de la mesa. No era sorprendente que él fuera así de atento; por algo era el oficial adorado de la comunidad. Pero sí le resultaba extraña la sensación que él le generaba con cada gesto desinteresado. Aquello no pasó desapercibido para Logan, quien celebró internamente ver cómo la ojiazul se tensaba y luego bajaba los hombros. Disfrutaba saber que tenía ese efecto en ella. En su interior sabía, muy en el fondo, que no debía confiarse de esa hermosa apariencia. Pero sus sentimientos tenían vía libre para hacer lo que quisieran, y eso no le disgustaba.
—Bien, gracias... ¿y tú? ¿El sofá es cómodo? —Una notoria culpa por haberle quitado la cama acompañó sus palabras.
—Lo es, tranquila. La próxima vez puedes probarlo tú si quieres —bromeó, dejando una gran taza frente a ella.
—Lo tendré en cuenta entonces, oficial —su voz sonó exageradamente insinuante, y siguió el juego alzando una ceja justo cuando tomaba el café, gesto que embelesó a Logan.
Él aclaró su garganta sin saber qué responder.
—¿Quieres... quieres que luego pasemos a revisar tu casa?
Valerian asintió con una repentina ansiedad. No quería confirmar algo que sospechaba, porque eso significaría saber si era producto de su mente o de la realidad. Pasaron casi dos horas hablando de cosas triviales, ambos agradeciendo tener esa fugaz sensación de normalidad, lejos de sus pesados y extrañamente compatibles mundos.
Durante esos minutos, se sintieron livianos. Y tenía mucho que ver la compañía que se daban. Las miradas furtivas viajaban en silencio; las risas distendidas apagaban los pensamientos agobiantes que volvieron al acercarse a la casa de Valerian. El nerviosismo era notorio en cada paso.
Al llegar, toda la calle parecía estar en una calma inquietante, de esas que erizan la piel. La puerta chirrió al tacto de la chica, dejando ver el interior. Todo aparentaba estar igual que antes de que se fuera a dormir. Con paso lento, recorrió la sala y la cocina, revisando cada detalle, seguida de Logan, que respaldaba atento cada movimiento fuera de lugar. Al llegar a la puerta de la habitación, él decidió esperar en el pasillo, en un acuerdo tácito.
Pensó que lo único fuera de lugar era su cama, que permanecía desordenada. Al voltearse, vio que el cuadro que ocultaba el "mapa de sueños" estaba destrozado en el suelo. Y en medio de todas las imágenes, algo llamó su atención: una daga estaba clavada con fuerza justo sobre la nota que había escrito sobre Moore. De esta colgaba el collar que había llegado en la caja el día anterior.
Conteniendo el aliento y procurando que Logan no se diera cuenta, salió rápido del lugar y cerró la puerta. El chico la miró, esperando que dijera algo.
—¿Todo en orden?
—Sí... todo está igual. Lamento mucho haberte hecho venir en vano —rió nerviosamente—. Quizá lo imaginé o algo así —agregó, restando importancia a lo ocurrido—. De todas formas, gracias por... bueno, todo.
Logan, que había esperado a que terminara su eufórico relato, se acomodó el uniforme y negó con la cabeza.
—No quiero que te asustes, Gin. Vi marcas de pisadas en la sala y el patio. No me siento cómodo sabiendo que estás aquí sola.
Valerian carcajeó sin querer y puso las manos en su cintura, enderezándose.
—Espera... ¿qué quieres decir? ¿Serás mi niñero?
El ojimarrón ladeó la cabeza mientras mordía su labio inferior de forma inconsciente. Su mente divagó por unos segundos, obligándose a contener una boba sonrisa.
—Bueno, ese planteamiento es interesante, pero podría ser como... ¿protección a testigos? —argumentó, como si fuera lo más lógico del mundo—. Puedes quedarte en mi casa el tiempo que necesites, o al menos hasta que pongas seguridad aquí.
Pero ¿podría funcionar esa invitación? La pelirroja quería, realmente, pero sabía que no podía dejar su hogar ahora que ese indicio estaba allí, clavado en su pared. Necesitaba respuestas, necesitaba medir su cordura.
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Editado: 26.07.2025