"Words long lost whisper slowly to me
I still can't find what keeps me here
When all this time
I have been so empty inside "
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Las noticias habían sido completamente invadidas por el caso Melvick. Cambiara al canal que fuera, ahí estaba. Era toda una pesadilla. A cada historia le agregaban algo más que, aunque a ella le pareciera incoherente, el público lo creía, alimentando aún más esa bola de nieve de mierda que conocía a la perfección. Se quedó en uno de los noticieros que transmitía imágenes en tiempo real del funeral de Jeremy. Se sintió enferma, como si de un segundo a otro su cuerpo dejara de funcionar con normalidad. Débora estaba en su misma posición, pero su cuerpo se movía al ritmo de un llanto desgarrador al pie del féretro. La mente de Valerian se nubló por completo, llevándola lejos del suelo donde estaba.
Los golpes en la puerta la hicieron estremecer. Nunca lo había visto tan furioso como aquella vez. Los gritos eran apenas audibles, amortiguados por la madera, lo que dificultaba entender lo que decía.
—¡Vete, Jeremy! —gritó con la voz temblorosa. No quería tenerle miedo, detestaba sentirse así.
Todo empeoraba conforme pasaban los días, pero ese en particular había sido el peor. Cuando llegó, la discusión escaló rápidamente. Nunca antes había pasado de insultos y gritos... hasta que sintió el golpe. Huyó de inmediato lo más lejos que pudo. Media hora después, Jeremy seguía insistiendo, gritando desde el otro lado de la puerta, pero su cuerpo no respondía a nada más que a los temblores.
El rubio dejó de golpear y, a través de la sombra que se colaba por debajo de la puerta, vio que se acercaba un poco más.
—Cariño... lo siento tanto —lo oyó llorar—. Lo siento, Val... te amo, lo siento.
En lugar de consolarse, Valerian se encogió aún más, alejándose, soltando un sollozo de puro dolor mientras escondía el rostro entre las piernas.
—Solo vete, por favor —alcanzó a decir con todas sus fuerzas, y volvió a acurrucarse en la bañera.
Varias negativas salieron de la boca de Jeremy, seguidas por un gruñido, y luego más golpes, esta vez más fuertes.
—¡Abre la puta puerta! ¡Juro que voy a matarte, Valerian!
Se inclinó contra el suelo y soltó un grito que mezclaba la furia del recuerdo con la culpa por todo lo que vino después. Perdió el control, y no le importó. Mucho menos cuando su madre y los gemelos entraron asustados por el escándalo.
Verla allí, tirada y llorando, fue malinterpretado. Estaba justo frente a la imagen del funeral en la televisión, y eso rompió el corazón de su madre, quien asumió que era su forma de sobrellevar el duelo. Se acercó a la joven que temblaba con la cara hundida entre las manos, casi tocando el suelo, y la abrazó con fuerza. Valerian se aferró a ella como si no tuviera otra opción.
Sus hermanos, a pesar de la enemistad que reinaba entre ellos, sintieron una punzada al ver esa escena. América no pudo evitar pensar en la amenaza que había recibido el día anterior y salió sin mirar atrás. Frances, por su parte, tuvo el impulso de acercarse, pero lo frenó al escuchar la voz de su hermana menor.
—Duele mucho, mamá... no puedo, no puedo más —dijo la pelirroja, completamente derrotada.
Nunca, en toda su vida, la habían visto así. Se había cruzado un límite. Sintió cómo su madre le acariciaba la espalda, dándole espacio para liberar toda la angustia que llevaba dentro.
Pasó el tiempo necesario hasta que su respiración volvió a estabilizarse. Entonces, apareció frente a ella un vaso de agua. Levantó la vista y se encontró con su hermano, que la miraba con calma, aunque sus ojos delataban lo mal que se sentía por verla en ese estado. Valerian lo recibió con un susurro de agradecimiento. Por dentro, se sintió fugazmente libre por haber dejado salir a algunos de sus demonios.
En ese momento, la relación entre ellos no era la mejor, pero por un instante sintió alivio... aunque también algo de pudor por la escena que todos habían presenciado. Cerró los ojos y, de alguna forma, canalizó cada gramo de lo que sentía, guardándolo bajo siete llaves en lo más profundo de sí. Al abrirlos, ya había enderezado la postura y adoptado una expresión completamente neutra.
—Voy a darme una ducha —dijo sin mirar a nadie, sabiendo que su madre estaba un tanto sorprendida por su repentino cambio. Incluso percibió la decepción de Frances al notar que volvía a cerrarse.
Al llegar a la puerta, volteó apenas.
—Gracias por... esto.
Cuando el agua tocó su cuerpo, la sensación fue como si sus músculos fueran de piedra. Dolía tanto que contuvo varios insultos, pero aun así se sumergió completamente en la bañera.
«Quiero ver cuánto puedes aguantar», oyó. Y no supo si era su propia voz o Betty.
Últimamente había empezado a culpar a esa vocecita que saltaba en su mente por cada estupidez que cometía. Permaneció bajo el agua el tiempo que sus pulmones se lo permitieron. Cuando ya no pudo más, emergió de golpe, buscando aire con urgencia.
...
Planeó su día en función de evitar a su familia; no quería tener que verles las caras llenas de compasión y pena. No podía con eso, ni tenía la fuerza mental suficiente para no desatar el infierno sobre la situación. Aún tenía muchas cartas por jugar y uno que otro truco que sabía, de antemano, que sería demoledor para todos.
Dio otra calada a su tan amada muerte mientras caminaba por las calles de lo que antes había sido su lugar. Cerca de su antiguo apartamento se encontraba un pequeño parque al que solía ir cuando el día lo ameritaba. Sabía que era una insensatez vagar por esas calles, pero tenía demasiadas dudas que solo ella podía responder. Se acercó a paso lento a la entrada del lugar, evaluando cada movimiento. Recordando algunos consejos de Dante, se puso los guantes antes de tocar la perilla. Para su suerte, la llave de repuesto seguía donde la recordaba y, aparentemente, nadie se había mudado desde su partida.
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Editado: 26.07.2025