"Are you afraid to see
That our parents were wrong?
We have the key to redemption
Drop the icons "
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La respiración se normalizo luego de un rato; el silencio que la rodeaba ayudó con eso. Tomó conciencia de que era solo otra alucinación, su mente torturándola una vez más. Podía oír la música lejana que sonaba con fuerza a unos metros. Suspiró cuando dejó de sentir el temblor en su cuerpo y centró su mirada en el frasco de pastillas que se distinguía tenuemente en la guantera, algo que solo ella podía notar entre los papeles que lo cubrían con sutileza.
Un golpe hizo que Valerian se sobresaltara. Miró hacia la izquierda solo para encontrar a Mark riendo levemente del otro lado de la ventanilla. Soltó algunos improperios antes de bajarla y sentir el viento frío chocando contra su rostro.
—¿Te encuentras bien? —preguntó el castaño con curiosidad.
—Sí... sí, solo me sentí un poco mareada. Necesitaba aire —se excusó con titubeo.
—¿Sentada dentro de tu auto? —bromeó con cierta duda, recibiendo como única respuesta una mirada de fastidio por parte de la pelirroja—. Está bien, déjame llevarte a casa. Si aún te sientes mal, no puedes conducir.
Aunque le pareció un buen gesto, Valerian no tenía intenciones ni ganas de regresar acompañada. Su lado sociable había quedado dentro del club, bailando entre sombras, cuerpos y tragos.
—Mark, estaré bien. Puedo llegar sola. No dejes a los chicos allí —agregó con tono tranquilo. Al ver su asentimiento, se colocó el cinturón y encendió el motor—. Fue una noche agradable.
El camino desde el club hasta su hogar era relativamente largo, lo que le daba tiempo para despejar la turbulencia en su mente. La radio sonaba a un volumen bajo y reconfortante. No fue hasta diez minutos después que notó algo extraño por el retrovisor. Giró para confirmar lo que sospechaba, y tenía razón: el auto que venía detrás seguía pegado a su trayecto. Apretó el volante por instinto y aceleró.
Algo se instaló en su interior: el nerviosismo crecía con cada metro y no podía combatirlo. Sentía que su cuerpo reaccionaba solo. Cuando vio que se acercaba a la entrada de su calle, tomó una decisión en cuestión de segundos. Continuó conduciendo hasta la ruta que limitaba con el pueblo de Sleepy Hollow.
—Vamos... ¿qué demonios quieres? —siseó, cruzada por una oleada de adrenalina. Cambió de dirección y se dirigió directamente hacia Patriots Park, con la vaga esperanza de que la situación se calmara.
Miró fugazmente el reloj del tablero. No había un alma fuera de sus casas. Las 3:45 a. m. no era una hora disfrutable, y menos con el invierno azotando y la neblina dificultando la visibilidad. Maldijo varias veces más. Cuando volvió a mirar por el retrovisor, un pequeño alivio la recorrió. Bajó un poco la velocidad al notar que ya no había ningún auto siguiéndola. Soltó una risa nerviosa.
«Solo estás siendo paranoica», concordó con Betty. Movió los hombros, sacudiendo los efectos del miedo. Pero antes de que pudiera subir el volumen de la radio, un estruendo resonó con fuerza.
Giró sin control alguno. Un grito desgarrador se unió al chirrido del auto contra el asfalto. Todo su cuerpo se sumió en un dolor insoportable que no le permitía abrir los ojos. Estaba asustada, aterrada. Cuando el vehículo se detuvo por completo, tardó varios segundos en enfocar su vista. Cada movimiento provocaba nuevos gemidos. No comprendía del todo lo que había ocurrido, pero sabía que había sido un choque.
Solo unos segundos después notó el humo saliendo del motor, lo que desató su desesperación. Estaba tan entumecida que le costaba mucho trabajo desabrochar el cinturón de seguridad.
—Por favor... —susurró entre lágrimas. Definitivamente, no era así como quería morir. Un golpe seco la sacó de sus pensamientos. Volteó apenas. En el silencio sepulcral, unos pasos resonaban, acercándose.
—¡Ayuda! ¡Ayúdame, por favor! ¡Estoy atrapada! —tartamudeó.
Lo que Valerian no esperaba era ver un rostro conocido acercándose a la puerta. Tal vez el golpe le nublaba la capacidad de discernir entre realidad y alucinación, pero era demasiado real.
—¿Qué...? ¿Jenna? —Su voz fue apenas un hilo. Antes de poder decir algo más, la chica de ojos furiosos la golpeó con fuerza, dejándola inconsciente.
La neblina era densa, una manta helada que cubría todo a su paso. El paisaje se teñía de blanco y tierra. El camino era largo, atravesando el frondoso bosque que rodeaba el parque Wilson, lo más alejado posible de cualquier vecino que pudiera intervenir. Lejos de toda ayuda.
Tras casi diez minutos de conducción, el auto se detuvo en una arboleda. La figura encapuchada arrastró el cuerpo inconsciente de la pelirroja el resto del trayecto. Una vez dentro de la cabaña, seleccionada con meticuloso cuidado, la morena frotó sus manos con impaciencia. El enojo había estado contenido en ella durante demasiado tiempo. Y ahora, por fin, estaba lista para ejecutar su plan.
Poco a poco, la consciencia comenzó a regresar a Valerian. Fragmentos de imágenes aparecían en su mente. Sus ojos captaron con dificultad la habitación en la que se encontraba. Su cabeza latía con fuerza y le costaba respirar con normalidad. Aunque estaba bajo techo, el frío se filtraba a través de la tela desgarrada de su camiseta azul. Observó con desconcierto las ataduras en sus manos y torso, lo que la hizo reaccionar con desesperación. El mínimo movimiento provocó un dolor punzante que se expandió por su cuerpo.
—Hasta que abriste los ojos —bramó una voz irritada.
Valerian levantó el rostro y se encontró con la mirada felina de alguien que pensó que no volvería a ver. Estaba apoyada en una mesa junto a la ventana, con los brazos cruzados. La pelirroja cerró los ojos varias veces, esperando que fuera otra ilusión producto del impacto. Pero no. Era real.
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Editado: 26.07.2025