"We have the key to redemption
Drop the icons "
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Los pasos se hacían más fuertes conforme se acercaban al apartamento, alarmando a la pelirroja, que aún no salía del trance provocado por esos tres despreocupados rostros.
«¡Reacciona, Ivy!», oyó en su mente.
Con rapidez, devolvió el libro a su lugar, acomodó lo que se cruzaba en su camino hacia el sofá y, para cuando la puerta se abrió, ya mantenía una postura de plena calma. Por fuera, al menos, así lucía. Por dentro, su corazón martillaba sin cesar.
—Espero que te guste la comida mexicana —anunció Logan alegremente, agitando las bolsas en sus manos.
Valerian le dedicó la sonrisa más convincente que pudo. Ahora, más que nunca, sabía lo que debía hacer: conseguir información. Lo difícil sería lograr que aquel chico hablara libremente. Por suerte, aún le quedaban varios trucos bajo la manga, esos que había aprendido de joven y que, aunque no con orgullo, aún sabía ejecutar.
A su entender, nada era más importante que desvelar los secretos que Logan ocultaba.
—¡Esto está muy bueno... por Dios santo! —exclamó después de un rato comiendo. Y no podía haber sido más sincera. Su acompañante carcajeó casi tirando parte de su burrito en el proceso.
—No sabes lo odiosa que es la comida del hospital... Estos días han sido realmente buenos —dijo, y fue entonces que volvió a ver ese brillo en los ojos color café de Logan—. Creo que no te agradecí por todo lo que hiciste y haces por mí.
Logan le sonrió con armonía, aunque por dentro un nudo comenzaba a apretarle el pecho. Le dio un sorbo a la cerveza antes de dejar todo sobre la mesa ratona y acercarse a ella. Valerian le devolvió una sonrisa a medias, justo antes de ser interrumpida por un beso que desbordaba dulzura. Sintió el cálido contacto de sus manos posarse en ambos lados de su rostro y bajar lentamente por su cuello.
La ojiazul se adelantó sin palabras, pidiendo más. Logan sonrió contra sus labios, y luego unió sus frentes, negando suavemente.
—¿Qué?...
—Te prometo que cuando esa maldita herida sane un poco más, no te dejaré ir —susurró con voz ronca.
Ella no pudo evitar reír. Se centró en la forma en que él mordía levemente su labio inferior, en cómo ladeaba un poco la cabeza para mirarla, en cómo recorría su piel.
«Aléjate o vas a abrir esos puntos», razonó la voz de Betty. Muy a su pesar, se apartó con la excusa de querer terminar su cena.
La música que Logan había puesto antes retumbaba suavemente, llenando el vacío que las ganas habían dejado. Durante el resto de la comida, las risas fueron las protagonistas, especialmente gracias al mal canto del oficial, que intentaba apaciguar el ambiente.
Después, las tazas humeantes con la bebida favorita de Valerian tomaron su lugar sobre la mesa. Los ojos de ella viajaban sutilmente hacia el libro que había descubierto minutos antes. No se permitía mirarlo por más de un instante, solo en los momentos en que Logan no la observaba. Podía sentir cómo la llamaba por su nombre, cómo el magnetismo de la curiosidad la envolvía. Incluso podía percibir el temblor suplicante que aún persistía en sus manos. Necesitaba saber qué ocultaba.
A lo lejos, oyó la voz de Logan, animada, seguramente relatando alguna anécdota. Pero su mente entró en una especie de lapsus, un parpadeo inconsciente donde sus pecados abarrotaron todo lo que ella era.
—¿Crees que alguna vez pare? —preguntó suavemente, con la mirada perdida en su taza.
Logan notó lo ausente que estaba y giró su cuerpo, apoyándose en el respaldar del sofá para verla mejor.
—¿Qué cosa?
—El dolor... —su voz era apenas un susurro, un pedido de ayuda que ni siquiera había planeado—. Yo... estaba pensando en mi familia —se excusó rápidamente, mientras en su mente retumbaba la risa irónica de Betty—. Lo siento, es... el accidente me ha dejado un poco sensible —rió, acomodándose el cabello—. O puede que sea el medicamento.
—Los niños y los medicados siempre dicen la verdad —le respondió con tranquilidad.
Ella lo miró y empezó a reír.
—Los borrachos, no los medicados.
—¿Y hay diferencia? —agregó, levantando una ceja.
Valerian asintió, divertida por su lógica. Pero en realidad, su atención se concentró en algo más: la sombra de debilidad que surcó los ojos de Logan al mencionar a la familia. Eso debía significar algo.
—Cuando nos conocimos, ese día en el bar, me preguntaste por qué había salido de Nueva York. Y sí, en parte fue la vida... pero, mayormente, fue porque ya no había nada para mí en ese lugar.
—Todos huimos de algo en algún momento —comentó, con la mirada ida.
La ojiazul lo analizó con atención. Sabía que debía seguir por ese camino.
—¿Tú huyes, Logan?
Él le devolvió la mirada con cierto desgano y se encogió de hombros.
—No eres la única con una familia disfuncional —respondió. Ella sintió aún más curiosidad, y él lo notó. Se acomodó en su lugar antes de continuar—. Crecí bajo la sombra de un padre que, bueno... hubiese preferido decir que era ausente, pero en su lugar era un ebrio bastante molesto. Así que todo lo que hacía era cuidar a mi madre y a mi hermana.
Valerian sintió cómo el aire se le escapaba del pecho, no por empatía, sino por el contraste. Él había elegido proteger. Ella, siempre, se había elegido a sí misma.
—¿Qué ocurrió con él?
—Bueno, lo inevitable —rió—. Crecí lo suficiente como para ponerle un freno.
—¿Se fue de la casa?
—No, me echaron a mí —concluyó entre carcajadas, al ver la expresión de sorpresa de Valerian—. Es real. En ese entonces mi madre estaba tan mal como él. Lo entendí con el tiempo. Y luego... terminé viviendo aquí, por recomendación de Keyla.
—¡Vaya! —carcajeó—. Te tenía atrapado desde esa época —bromeó, justo antes de recibir un almohadón en el rostro.
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Editado: 26.07.2025