"Not in your life
I won't let it break me
I will not give up the fight "
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El aire podía cortarse con un cuchillo. Valerian permanecía retraída contra el sofá, sin saber cómo reaccionar. Tras caer en cuenta de que, efectivamente, Alexander le estaba hablando directamente, pausó el video y quedó en completo silencio. Para ella, no tenía sentido. No comprendía lo que acababa de ver. Por el contrario, su gato ronroneaba mientras movía la cola en dirección a la imagen estática de Moore.
Después de un rato, se puso de pie sin despegar la mirada de la pantalla, que parecía suplicarle que continuara viéndolo. Caminó hacia las botellas que, en teoría, no podía beber por recomendación médica, y luego volvió la vista a esa mirada penetrante y oscura. Entonces pensó, al unísono con Betty: «¿Hay algo peor que ver un fantasma hablándote?». Con eso, destapó la botella más grande de vodka que encontró y se sirvió un vaso lleno que bebió de un solo trago.
Cuando la quemazón en la garganta se disipó, bajó la cabeza y cerró los ojos en negación... solo para comprobar que, al volver a abrirlos, él seguía allí.
Sopesó por un instante lo que tenía enfrente. Los contras eran infinitos, pero su mente solo anotaba a favor. Así que, en un impulso de temeraria valentía, llenó otro vaso y decidió terminar la cinta. No estaba preparada —¿quién podría estarlo?—, pero al fin y al cabo, nadie lo está cuando la verdad se presenta con la crudeza de una confesión.
Respiró hondo y presionó "play".
—Las personas creen que, si niegan la existencia de algo o alguien, eso será suficiente para hacerlo desaparecer —dijo Alexander, pensativo—. Nada más alejado de la verdad. En este caso, solo intentan preservar la buena memoria y el "honor" —rió con cinismo, directo a la cámara—. Lo cual es bastante dudoso, conociéndolos como los conocí.
Cerró los ojos como si recordara algo específico. Luego levantó la manga de su camisa, dejando al descubierto cicatrices profundas, dolorosas incluso a simple vista.
—No hay honor ni buenas intenciones en esto, ¿no?
El rostro de Valerian se crispó de disgusto. Su cuerpo se tensó cuando Moore bajó el cuello de su remera, revelando más cicatrices, amplias y deterioradas.
—Yo no era diferente... me acusaron de algo que ya estaba arreglado, me enfermaron y me encerraron. Todo por culpa del cerdo del misericordioso Padre Nollund —bramó. Y en ese instante, los ojos se le volvieron completamente negros, vacíos de humanidad—. Pero cuando me encerraron, la conocí... Tess. Hermosa de pies a cabeza. Única —sonrió con nostalgia—. Solo había un detalle que no me gustaba: era la hija rebelde del alcalde. Bueno, del que estaba en ese entonces... Sé que ahora está su hermano. La misma escoria, si me preguntas.
»Quiero que entiendas quién soy, mi Leri. Detrás de todo esto hay alguien que, en algún momento, fue capaz de sentir algo más que odio.
Un escalofrío recorrió la médula de Valerian. Las palabras traspasaban la pantalla y su vibración le provocó una incomodidad visceral.
—Lo tenía todo en ese entonces. Ya había pasado por varias cosas malas, pero en el loquero encontré paz. ¿Irónico, no? —se recostó en el sofá, en la grabación—. Me enamoré de ella y de lo caótica que era. Estaba ahí como rehabilitación por cosas que su padre consideraba deshonrosas para la familia. No estaba rota... no como yo. Solo la estaban castigando. No podía entenderme del todo, y creo que por eso logró destruir mi corazón tan fácilmente. Un día desperté, y ya no estaba. No dejó ni una nota. Solo... desapareció.
La ausencia en su voz hizo que Valerian se inclinara hacia la pantalla, como si pudiera consolarlo.
—Estando solo me di cuenta de que me había vuelto débil por su culpa. Y por el resto del tiempo que estuve ahí... ya sabes —hizo un gesto de degollarse, riendo con amargura—. Recuerdo cuando hablé con ella. Me defendió de un guardia que creía divertido meterse con el "raro" del lugar —marcó las comillas con los dedos—. Todo por un rumor que decía que yo había matado a mi madre sin piedad.
Valerian sintió un golpe de frío. No era solo lo que decía, era la forma en que lo decía. La sonrisa torcida. La falsa inocencia. Sabía perfectamente que él mismo había iniciado ese rumor.
Su celular no dejaba de sonar a lo lejos. Ni siquiera lo miró. Seguía clavada en la figura de Alexander.
—Te voy a decir algo que nadie más sabe. Siempre pensaron que era un idiota, pero la verdad es que estoy por encima de sus mentes pequeñas y volubles —ladeó la cabeza—. Sé que vas a entenderlo, porque eres más parecida a mí de lo que crees.
Algo dentro de Valerian se revolvió. Negó con fuerza. No. No podía ser como él. No lo era. Aunque a veces lo dudara, aunque la oscuridad la llamara, no era un monstruo.
—Esto debe ser otra alucinación... ¿verdad, Redrum? —le dijo a su gato, que agitó la cola en dirección a la pantalla.
Se despeinó con exasperación y encendió un cigarrillo. Era absurdo cómo su estado emocional se había transformado en cuestión de horas. O peor aún: cómo Alexander había logrado alterarla con tan solo un fragmento grabado.
—Ser como nosotros no es sencillo, Leri. Somos incomprendidos. Odiados por aquellos que no pueden controlarnos —alardeó. Luego, su expresión cambió a una sonrisa que le heló la sangre a Valerian—. Quiero contártelo todo. ¡Pero antes! Debo asegurarme de que no me equivoqué. Me gustaría ver tu verdadero ser. Porque sé que sabes —rió— a qué me refiero —se acercó a la cámara como un depredador acechando—. Deja que la bestia salga... y mira las cintas como las ordené.
La pantalla se volvió negra.
Valerian se quedó en estado de shock. Las palabras finales, incitantes y arrogantes, le revolvieron el estómago. «El diablo te ha desafiado y tú lo estás considerando, querida Poison», murmuró Betty con una carcajada sádica.
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Editado: 26.07.2025