"I can't tell you no
Longs for my heart and it's bleeding in your hand "
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El más joven de los Bahal no había perdido su chispa. Durante la cena, ambos rieron y compartieron historias de todos los años que habían pasado sin verse. Valerian disfrutaba del buen vino y del trato cálido que todos les ofrecían. Y, por supuesto, así debía ser: la familia del ojiazul controlaba todo el territorio y, a juzgar por las miradas de respeto —poco discretas—, ella supo que él tenía mucho que ver en eso.
—Entonces... ¿ahora eres socia mayoritaria de la empresa familiar?
Valerian asintió, bebiendo de su copa.
—Tendrías que haber visto el escándalo que montó América cuando Tris lo anunció —carcajeó con ganas—. Creí que me iba a tirar con algo. Estaba furiosa.
—Siempre ha sentido que tú le quitabas todo. Nunca entendí cómo lograba hacer un drama por cualquier cosa —agregó él, con su característico acento.
—Veo que te ha ido bien. Me alegro por ti, Benno...
El chico captó al vuelo esa frase inconclusa de su vieja amiga y carraspeó, llamando su atención.
—Sé que creés que estoy enojado o que guardo algún rencor hacia vos, pero no es así, Val —ella no se mostró sorprendida, simplemente sonrió—. Hoy, cuando bromeé y vi tu expresión, entendí que los años pasaron... y nunca hubo una verdadera disculpa de mi parte.
—¿Cómo? No, fui yo la que se equivocó. Era joven y estúpida...
—Eso no lo niego —rió, mientras esquivaba la servilleta que la pelirroja le había arrojado—. No pasó nada esa noche, Val —dijo de pronto, tomándola desprevenida—. Estábamos en esa fiesta, Gen coqueteaba con uno de esos italianos insoportables y vos estabas muy ebria. Te acercaste y dijiste que me ibas a ayudar con eso.
Los ojos de Valerian se abrieron rápidamente mientras su mente hurgaba, buscando ese recuerdo.
—Habías peleado con ese idiota con el que salías... ¿cómo se llamaba? ¿Jordan, Jaime...? ¡No! Jeremy. Estabas muy mal. Te llevé a una habitación donde ningún imbécil intentara propasarse. Entre ellos estaba Rennan... sabés que mi hermano es el rey de los tarados —rió junto a ella—. Entonces, bueno... nos besamos, pero solo quedó en eso. Créeme que no me hubiese molestado ir más allá, pero jamás habría hecho algo contigo en ese estado —le guiñó un ojo—. Para la versión que yo era en esos años, que alguien como vos se interesara en mí... pff, era algo genial.
—¡Demonios! Ya lo recuerdo —dijo, avergonzada—. Luego de besarte, literalmente me desmayé. Tengo una imagen borrosa de vos cubriéndome mientras te reías... Todos estos años pensé que había traicionado a mi mejor amiga. Pensé que te había herido.
La risa del alemán era rítmica y limpia, la hizo sentir como en su adolescencia.
—Me hubiera encantado decírtelo, pero después desapareciste. Gen decidió irse a Europa y mi vida tomó otro rumbo. Pero hey... esta casualidad ha sido buena —ladeó la cabeza mientras sonreía—. Decime... ya no estás con ese tipo, ¿no?
Y aunque Valerian quiso sonreír con naturalidad, solo una mueca se dibujó en su rostro. Negó con la cabeza, mirando hacia otro lado, mientras escuchaba de fondo las palabras de alivio de Benno. Su mente, traicionera, eligió el peor momento para jugarle una mala pasada. Al volver la vista, vio la figura demacrada y pútrida de su exnovio, parado justo detrás de Benno. Intentó sacudirse esa visión, pero cada intento por enfocarse solo empeoraba la sensación de pesadez en su pecho. Para cuando se dio cuenta, su mano temblaba y su amigo la observaba con preocupación.
Como pudo, se excusó para ir al baño. Una vez allí, se apoyó en el lavabo mientras el agua corría libremente. No había notado en qué momento había empezado a llorar. Las lágrimas se mezclaban con su maquillaje, y fue entonces cuando se miró en el espejo. Se sonrió a la fuerza, presionando los ojos para que esas gotas dejaran de caer.
Pasados unos minutos, al no volver a sentir la respiración fría de ese fantasma, se recompuso y fingió frente al espejo la mejor sonrisa que tenía.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Benno al verla salir.
—Sí... perdón por la escena. A veces tengo ataques de ansiedad o... bueno, algo así —sonrió débilmente.
El chico de ojos azules la abrazó por los hombros y besó su frente, como solía hacerlo en su adolescencia. Ese gesto familiar alivió parte del peso que ella cargaba. Luego de salir del restaurante, decidieron caminar un poco por el centro de la ciudad, en un intento por airear la situación.
Mientras paseaban, varias personas los miraban sin disimulo. Eso hizo que la pelirroja soltara una carcajada, ganando una expresión inquisitiva del alemán.
—¿Qué se siente ser de esos que hacen mojar bragas? —bromeó, dándole un golpecito en el brazo.
Benno, lejos de mostrarse arrogante, se cubrió el rostro, avergonzado, negando repetidas veces.
—¡Oh, vamos, Bahal! eras todo un modelo... ¿Que te pasó? —insistió, con falsa sorpresa.
—Evolucioné, pequeña diablilla. Cuando ustedes se fueron, mi padre creyó que era hora de que entrara al negocio familiar. Empecé en Nueva York y luego vine acá. Créeme, las cosas empezaron a darse solas. No podía imponer respeto luciendo como el hijo perdido de Nikki Sixx.
Valerian rompió en una carcajada. Recordaba perfectamente aquel cabello sospechosamente sedoso y su obsesión con los delineados exagerados.
—Eras un band boy muy tierno —acotó, y él la empujó con suavidad.
—Oye, eso no impidió que Gennevive se enamorara de mí. Aunque te aseguro que si viera esta versión, se le caerían las extensiones —dijo ella, entre risas. En cierto modo, estaba feliz por reencontrarse con esa parte de sí misma que aún desbordaba inocencia. Por un instante, pudo alejarse de lo que era ahora. Sentía que, al menos con sus amigos, siempre habría un lugar al que volver.
—No estoy seguro de si debería agradecerte, pero igual lo tomaré como un halago —dijo cuando lograron calmar la risa. Luego, la miró. Ella estaba observando los edificios que reflejaban las luces—. Tú estás... en exceso kostbar —"preciosa"—. Y no soy un tonto ciego para no darme cuenta.
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Editado: 26.07.2025