I really do not care
Can we play the game your way? "
┉┅━━━━━━━━━━━┅┉
Una semana después de la inigualable cena de Navidad, el dúo polémico no se había vuelto a ver. Moore no apareció por la casa, y ella tampoco le envió mensajes. Era extraño, como si no hubieran pasado más de ocho semanas casi conviviendo, como si la noche en la que se liberaron mutuamente nunca hubiera existido.
Aun así, la joven neoyorquina decidió enfocarse en cosas que tuvieran que ver únicamente con ella, para dejar de darle vueltas al mismo asunto. Por ejemplo: sus amigos, y las múltiples "pijamadas" en las que Mark —o Marco— cocinaba algo para cenar; las salidas a bailar, o simplemente sentarse en el parque con un libro viejo para despejarse.
Esa siesta, después de haber vuelto de un pequeño viaje con Lucille y Liv, caminaba por las calles del pueblo —ya más colorido y vibrante— para tomar su dosis de cafeína en forma de capuchino helado.
La gente estaba bastante activa. Mientras esperaba, se concentró en su móvil, comentando y republicando varias fotos que sus amigas habían subido de la aventura. Pero entonces oyó una voz que conocía muy bien.
Logan.
—Gracias, Gina. Salúdame a tu familia —le dijo el de ojos marrones al recibir su pedido. Al girarse, se encontró de frente con la realidad: Valerian estaba a apenas unas personas de distancia, mirándolo con sorpresa y algo de tensión.
Todo el peso que cargaba desde hacía un mes cayó de golpe sobre sus hombros. Instintivamente suspiró. De no ser porque un cliente quería pasar por donde estaba, probablemente no se habría movido. Sus miradas se encontraron, y el moreno sintió culpa por todo lo que había hecho en su ausencia. Valerian, por su parte, también sintió el remordimiento de sus propias imprudencias. Lo vio acercarse con cautela y lanzar un "hola" tan débil que apenas contaba como saludo.
—¿Podemos hablar? —le pidió, señalando una de las mesas. Ella asintió sin dudarlo. Luego de tomar su pedido, se sentó frente a él, quien ahora lucía diferente.
El silencio bailaba cruelmente entre ellos. No sabían cómo empezar una conversación civilizada. La chica carraspeó y tomó el coraje por el cuello.
—¿Cómo has estado?
—Si te digo que bien, te mentiría —sonrió apenas—. Val... de verdad lamento todo lo que pasó, todo lo que te hice. Sé que no puedo borrarlo, pero no tienes idea de lo arrepentido que estoy.
Valerian sintió la sinceridad en su voz y solo asintió.
—Todos actuamos de forma estúpida la mayor parte del tiempo... A pesar de todo eso... bueno —titubeó—, nos debemos una charla.
Logan asintió, y la invitó a su departamento. Ella aceptó. El trayecto fue silencioso, por primera vez incómodo para ambos. Ya en la sala, cada uno permaneció callado, buscando por dónde empezar.
—Quiero que sepas que nada de lo que dije sobre lo que me haces sentir fue mentira —rompió el hielo él, mirándola con atención. No era solo su nuevo corte de cabello; algo en su expresión había cambiado. Seguía igual de hermosa, pero lucía más dura, menos abierta. Dejó su vaso vacío sobre la mesa y se acercó a tomarle las manos—. Valerian, no me arrepiento de haberte buscado. Sí, de la intención inicial... pero todo lo que vino después fue porque realmente me gustabas.
La pelirroja sintió cómo el calor subía por su cuerpo, recordando que lo que ella había hecho era millones de veces peor. La culpa la presionaba, y de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas que no pudo controlar. Logan, creyendo que era por la discusión, se preocupó. Acarició su rostro con los pulgares antes de abrazarla y dejar que se desahogara.
Valerian lloraba.
Lloraba por lo que sentía por él, y por estar tan aferrada a la idea de poder vivir en una libertad tranquila.
Lloraba por haber cometido el error enorme de quitarle la vida a Jenna, aunque en ese momento no supiera que era su hermana.
Lloraba por el tiempo que había pasado con Moore y lo que había hecho con él.
Lloraba por sentir algo demasiado fuerte por Alex.
Lloraba por no darse cuenta de que estaba haciendo la misma mierda que Tessa. Y eso, en muchos sentidos, la hacía despreciarse.
Lloraba por toda la porquería que la había empujado al abismo.
Estaba rota de todas las formas posibles, y cada día se obligaba a parecer fuerte frente al mundo. Una necesidad absurda, egocéntrica, imposible de abandonar.
Después de un rato logró calmarse y lo miró de nuevo, aún con espasmos del llanto.
«Lo miras a la cara como si nada. Me sorprende lo perra que puedes ser, Poison», murmuró Betty en un ataque de moral.
Logan examinó su rostro y se aventuró a dejar un beso suave en sus labios, que ella correspondió de inmediato. Luego se levantó, se sentó a su lado y profundizó ese beso. Sus cuerpos reaccionaron al tacto como si se reencontraran después de años. El moreno bajó una mano para acariciar su cuello, su pecho, su cintura, hasta llegar a sus muslos y presionarlos con firmeza. Valerian se acomodó sobre él sin dudarlo.
Ya no había timidez. Solo sed. Sed por tocarse, por reconocerse en ese vaivén de besos jadeantes, caricias desesperadas y frases dulces entrecortadas.
Se extrañaban. Se necesitaban. Incluso de esa forma salvaje y placentera que los llevó al éxtasis.
Valerian apoyó su frente en el hombro del moreno antes de moverse y apartarse con los ojos cerrados. Logan suspiró profundamente y la miró. Sonreía. Luego mordió el interior de su mejilla y lo soltó:
—Te amo, Gin.
La ojiazul abrió la boca sorprendida. No lo esperaba, en absoluto. Era la segunda vez que escuchaba esa frase de dos personas distintas. Se acercó a besarlo de nuevo, más despacio.
—Yo también te amo —susurró.
«¡Mentirosa!», gritó Betty furiosa.
Y comprendía el arrebato de su voz interna. Porque al decirlo, la alegría que esperaba no apareció. Pero aun así, se obligó a sonreír. Y vio cómo él reflejaba una sonrisa igual.
#6772 en Thriller
#2674 en Suspenso
romance accion y drama, crimen y suspenso, secretos apuestas y mentiras
Editado: 26.07.2025