El reflejo del asesino escarlata

Epílogo

"I had enough
i had enough denial
I'm not fine, but I'm not going to lie
I don't know if I ever went "

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Existe una vieja frase que dice: tu pasado no te define, pero sí, muchas veces te condena. Aunque fuera un cliché armado, para Valerian resultaba demasiado explícito. Durante más de siete meses, su vida había transcurrido con una completa y absurda normalidad. No podía quejarse de todo lo que había logrado en ese tiempo en la nueva ciudad: su gran sueño de tener una editorial era ahora el faro de Chicago, pese a ser un proyecto recién nacido.

En retrospectiva, y hablando a grandes rasgos, era todo lo que alguna vez soñó... solo que ella ya no era aquella chica de Nueva York. Su paso por el viejo Tarrytown la había cambiado en más de un aspecto. El humo chocaba contra el gran ventanal, distorsionando su reflejo gracias a las luces de la Ciudad de los Vientos. Una leve melodía sonaba de fondo, y aunque la rodeaba, apenas si la percibía. Solo lograba escuchar la pesadez de su propia respiración.

Ya había olvidado lo que era sentir a sus viejos fantasmas respirándole en la nuca, como si aguardaran el momento justo para rodearle el cuello y finalmente cortarlo. Era esa brisa jocosa que erizaba su piel sin piedad alguna. Pero todo había regresado desde hacía exactamente dos semanas, cuando volvió a sentirse acorralada.

Estaba estática, con una mano apoyada en la isla de la cocina y la otra en un puño que descansaba sobre su boca. Su expresión reflejaba una mezcla de emociones difíciles de descifrar, mientras sus ojos seguían la caminata nerviosa de Logan de un lado a otro.

Por un instante, volvió su mirada hacia el cuerpo tendido en el suelo de su hogar y detalló cada centímetro de la sangre que se extendía debajo de él.

—Detente de una vez —soltó de forma brusca—. Debemos pensar en soluciones...

—¿Te das cuenta de lo que esto significa? —replicó él, señalando hacia el cadáver. Valerian mantuvo una gélida expresión. Logan se acercó y la tomó por los hombros—. Gin... míralo y dime cómo demonios se puede solucionar esto.

Por su mente cruzaron demasiadas opciones, ninguna compartible. Intentó parecer al menos casi tan preocupada como él. Sabía que la opción más viable no era la más adecuada.

—Fue en defensa propia —masculló con voz apacible—. Nos atacó a ambos. —Tomó su rostro, sintiendo cómo el ahora teniente de la policía de Chicago temblaba bajo su tacto—. ¿Qué querías que hiciera? Reaccioné como pude —buscó su mirada—. Me aterraba pensar que algo pudiera pasarte...

Durante unos largos segundos permanecieron en la misma posición. Pero ella sabía lo que se avecinaba: un estado puro de neutralidad, esa sensación familiar que tantas veces la había acompañado.

—Debemos encargarnos —susurró simplemente.

Fue entonces cuando, tras tres largos años de silencio, volvió a escucharla: «Vas a necesitar muchas bolsas, pequeña psicópata». La maldita de Betty había regresado.

La menor de los Hansen percibió algo nuevo en el ambiente: la vulnerabilidad palpable de su pareja. Logan, aunque lo intentaba, no podía ocultarla. En ese instante, el castaño giró ante el ruido del primer piso, seguido por el sonido insistente de su celular.

—Ve —pidió ella con calma—. Puedo encargarme de esto por un rato.

Cuando Logan desapareció de su vista, Valerian soltó un largo suspiro. Encendió un cigarrillo: ese viejo hábito aún persistía. Ladeó la cabeza contemplando la escena. Su cuerpo se mantenía estático, aunque sus manos temblaban, empapadas de sangre.

Sintió que los minutos se volvían horas. Se agachó lentamente para comenzar a limpiar.

—Vittore, te pedí que cerraras la boca... ¿no podías hacerme caso por una vez? —le susurró al cadáver de su viejo amigo—. Pero Logan no puede saber qué pasó con su hermana. —No sabía qué paso seguir después de quitar la sangre de la cerámica, solo tenía una idea fija: quitarlo de allí—. ¿Qué haré contigo?

—Pediré refuerzos —dijo Logan desde el umbral, haciéndola sobresaltarse—. Tú lo dijiste, fue en defensa propia.

Valerian negó repetidas veces con la cabeza. Sabía que algo así terminaría en las noticias, no solo por el calibre del hecho, sino por la historia que arrastraban y los contactos del italiano. No podían permitirse una cacería.

—No puedes hacer eso.

—Dame una razón coherente, Valerian —bramó, exasperado.

—No necesitamos atención innecesaria. ¿De verdad piensas que nos van a creer? —espetó, ante la mirada incrédula de su pareja—. Solo... hagamos que desaparezca.

Logan permaneció en un silencio agónico. Negó con los ojos cerrados, pasando la mano del cabello a la nuca con nerviosismo.

—Vete a casa de tu madre —pidió. Se adelantó a su protesta—. Voy a encargarme, Gin, pero necesito que estés en un lugar seguro... por favor. —Se acercó y acarició su cabello—. Prometo ir en cuanto termine.

Valerian giró hacia el escritorio y se detuvo al ver el sobre que había dejado minutos antes. Se acercó con lentitud y lo tomó. Sus manos temblaban. "Este tipo de secretos no puede ocultarse, la sangre es adictiva", decía una nota escrita con perfecta caligrafía al reverso de una fotografía que la heló. Era una imagen de ella y Logan discutiendo en la cocina. Sabía con exactitud qué día era.

Luego vino la secuencia: ambos moviendo el cuerpo, ella fumando con las manos manchadas, Logan gritando y señalando al cadáver, ella tomando algo de la víctima, y finalmente él sacando las bolsas de la casa.

Había cometido el error de creer que había dejado esas sensaciones enterradas en su antiguo hogar. Ahora, completamente desfasada de la realidad, no tenía idea de cómo resolverlo. Alguien había visto el asesinato. La evidencia era clara. Y era una amenaza.

Le había costado demasiado tiempo, terapia y lucha interna dejar atrás sus cadenas. No era la primera vez que recibía algo así. Pero esta vez...




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