Por más que quisiera y tratará de separar la realidad de la ficción, me estaba costando. Me costaba poder diferenciarlas, por más que intentara recordar aquel fragmento del libro “Momo” de Michael Ende:
“Y cuando escuchaban las vicisitudes emocionantes o
cómicas que se representaban en el escenario, entonces
experimentaban la sensación de que aquella vida interpretada era,
de manera inexplicable, más real que su propia vida cotidiana.”.
No lograba adaptarme y hacer que todas aquellas representaciones fueran insignificantes ante mi historia, me sentía avergonzada de mi misma por el simple hecho de no poder hacer que Romeo y Julieta fueran un chiste junto a mi realidad.
Entonces fue ahí cuando te conocí, llegaste de la manera más inesperada que jamás imaginé, me enseñaste que hay miles de maneras de hacer que todas esas historias y películas de amor parecieran un chiste junto a nosotros; pero todo resultó ser efímero, resultaste ser igual que los demás, una pequeña ilusión, un fragmento de la ficción que solo salto a la realidad para otorgarme una efímera felicidad, y a pesar de todo eso, te estaré eternamente agradecida; por demostrarme que la realidad..., siempre será mejor que la ficción.