Soledad, muerte y destrucción. Esa era la única manera de describir la época en la que vivíamos; la delincuencia estaba en su máximo apogeo y las personas imploraban por clemencia ante la tiranía de aquel dictador al cual llamábamos “presidente”. Pocos imaginábamos la cruel realidad que se ocultaba tras aquellas promesas y la maldad tras aquel rostro angelical.
Éramos ingenuos como para percatarnos de que aquel fatídico 24 de mayo, habíamos votado por nuestra perdición, por nuestra destrucción. Al principio todo pinto de maravillas, un 0.01 por ciento de aquellas múltiples promesas habían sido cumplidas, pero luego de 6 meses… todo cambio.
Las protestas iniciaron como pequeñas manifestaciones pacíficas, un llamado de atención a quien después se convertiría en un dictador…, pero no pasó mucho tiempo cuando aquellas pequeñas protestas se convirtieron en algo peor. En las calles se podían ver miles de personas levantando pequeñas rocas del suelo para lanzarlas hacia los escaparates de las tiendas y hacia los militares que, de manera inútil, intentaban mantenerlos a raya.
Fue entonces que la recordé, aquella mujer extraña que deambulaba por las calles presagiando malos augurios, vestida con finos ropajes, destrozados por el tiempo, los cuales demostraban que era una dama de la alta alcurnia, la alta aristocracia que se regocijaba en nuestra desgracia. Uno de aquellos días reuní las fuerzas y valor necesarios para desobedecer las estrictas órdenes de mi madre de no acercarme a ella, y fue ahí cuando pude escuchar con claridad el desastroso futuro que nos esperaba. Mi abuela siempre decía: “no creas todo lo que la gente dice, pero tampoco olvides lo que dicen… puede que no sean tan locos como aparentan”. Y así fue.
El reloj ya empezaba a marcar la hora exacta en que nuestro destino se decidiría, la situación ya había llegado hasta tal punto, que las personas se mataban entre sí, sin importar la edad, sexo o color, pues las cenizas nos marcaban a todos como iguales. Entre los escombros de los grandes rascacielos se podían escuchar los gritos y llantos de mujeres y niños.
Más la muerte no distinguía de nadie cuando de reclamar almas se trataba, con un antifaz que cubría las vacías cuencas donde se suponía yacían sus ojos, podíamos observar como deambulaba entre los escombros en busca de aquellas almas que habían perecido bajo estos. Los polvorientos cadáveres se asomaban por debajo de aquellos tejados que habían colapsado debido a los múltiples bombardeos.
Y él, se encontraba seguro en aquella gran mansión sobre la colina, cuyos muros habían sido reforzados para ser convertidos en una enorme fortaleza impenetrable. Sucumbido ante el temor, se resguardo tras esos muros de concreto; prolongando su vida y dirigiendo una guerra perdida…, pero esto no era más que una prórroga para lo inevitable. Su muerte. No se puede engañar a la muerte, por más que lo intentemos, por más que queramos huir de ella, está siempre estará un paso por delante de nosotros.
Año 3520.
-Y como podrán ver dentro de esta vitrina, este es el diario hallado hace 20 años, el cual contiene detalles nunca antes contados sobre la guerra que estalló en nuestro país hace 520 años, durante el gobierno del tirano José Ramírez.
Dicen que las memorias son la voz sin rostro de aquellos que dejaron plasmados en papel todo el dolor que vivieron y estas, no son más que las memorias de mi tatarabuelo, las memorias de un sobreviviente.