Hace poco te escribí suplicandote que tuvieras piedad de mí; pero hoy veo que no has hecho caso a mis súplicas, es irónico que mi propia mente sea egoísta cuando considero ese el acto más grotesco de la tierra.
Sé que jamás seré capaz de perdonarte por las cosas que me obligas a hacer, es irracional que no sea capaz de perdonarme.
Soy consciente de que como ser humano pueda llegar a derrumbarme y hacer cosas de las que también soy consciente no debería hacer, pero igual las hago por tu culpa…, porque a final de cuentas tú, mi propia mente, eres la culpable de todo; aunque intentes ocultarlo al hacerme reir.
Estoy cansada de tener que fingir cuando gracias a ti solo quiero desaparecer… Nuevamente te suplico…, que me des un respiro.
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