"Te invito una copa"
Eso fue lo que me dijo la soledad el día que regresó a mi puerta. Se veía triste, más destrozada que antes..., aun recordaba la última vez que la vi. Fue hace más de 5 años, un día ella simplemente se fue y no supe más de ella, hasta hoy.
La mire a los ojos, sentí lástima por ella y le dije "¿Qué te pasó?"
No dijo nada, solo me miró y empezó a llorar cómo jamás creí que lloraría, me senté a su lado, la abracé y espere a que se calmara... pero nunca lo hizo, siguió llorando, y llorando, hasta que sin darme cuenta, yo también empecé a llorar; no sé cómo ni cuándo, pero había empezado a imaginarme todas las posibilidades de que algo le pudiera pasar.
Así estuvimos por dos horas hasta que finalmente me miró a los ojos y me dijo "dejaremos este trago pendiente..." me sonrió, se levantó y empezó a caminar hacia la callé. La miré sin poder entender qué había pasado, sequé mis lágrimas con una mano y ahí lo entendí.
Cómo siempre hacía, llegaba tarde, pero cuando llegaba hacía tan fácil su trabajó. Se acercaba a ti, frágil y silenciosa solo para de a poco destrozarte, te invitaba un tragó, una excusa barata, solo para hacerte daño.
-Eres una hija de puta -dije, mirando cómo se alejaba hacia el horizonte, lista para atormentar a alguien más..., con un trago pendiente.