El Regalo: A Media Noche

Héroe

 

- Hola mamá. - Busco en la nevera algo para tomar, muero de la sed, haber corrido y después caminado tanto, me ha dejado seco.

- ¿Qué hora son estás de llegar a tu casa? - dice ella con su vestido de lentejuelas negro, sacándose sus tacones rojos  sin siquiera mirarme.

- Quizás, ya me esté convirtiendo en ti.

- ¡NUNCA VUELVAS A DECIR ESO! - grita tambaleándose en sus propios pasos. - ¿Qué… qué te pasó? - arrastra la última letra.

Ella hace un intento de tocar mi rostro pero la esquivo, no me interesa sentir ese olor tan desagradable del alcohol.

- Lo mismo de siempre. Y por favor baja la voz, no quiero que el enano se despierte. Fué suficiente lo que el pobre tuvo que pasar hace un rato. 

- Te peleaste otra vez con tu papá. Por Dios hijo, deja de invocar al diablo y escucha lo que dice. Él es un tanto brusco pero aún así te quiere.

- ¿Me quiere? ¡Ja! Entonces prefiero que me odie.

- No querrás que eso jamás suceda. - se sienta conmigo en el comedor tomando un vaso de agua fría y un par de sus fieles pastillas revive muertos como ella les llama.

- Nunca he entendido como es que lo soportas. ¿Sabes el infierno que pasamos aquí por culpa de él?

- Lo amo hijo, aún no entiendes ese sentimiento. Eres un niño de corazón duro.

- Jamás quisiera amar como tú lo haces.

- Un día me vas a entender.

- No creo que  eso pase.

- Esas heridas de tu rostro están curadas, nunca lo haces por ti sólo.

- Eso no te importa.

- Claro que me importa. Eres mi hijo.

- Si de verdad te importáramos mamá, fuéramos tu prioridad. Sacarnos de aquí sería un acto de importancia, pero no. A ti te gusta más el dinero que tú propios hijos.

- No me hables así Urkey. Yo sacrifico todo por ustedes y lo único que recibo de ti es rechazo y tus quejas.

- Estás tan ciega por ese pedazo de gente, que no ves la realidad que estamos viviendo. Esto se horrible mamá, y espero que cuando puedas ver, no sea demasiado tarde. - me pongo de pies de un golpe haciendo sonar la silla.

- ¡Urkey! Aún no termino de hablar contigo jovencito. ¿A dónde crees que vas?

No le hago caso a sus gritos y doy un portazo fuerte en mi habitación. No soporto esta vida, y como lamento que el enano también lo sufra; él no ha sido menos dichoso que yo, esto al paso con el tiempo se ha vuelto peor, es un infierno vivo. Algunas veces he deseado irme sólo, pero no quiero dejarlo sólo con ellos.

¿De qué vale tanto dinero si tu alma está perdida y en oscuridad? El dinero no es la luz de ningún perdido, es la escalera que te lleva más rápido al abismo.  

Miro al espejo y sólo puedo ver mi dolor.

- Cail, haz curado muy bien mis heridas. - hablo en voz alta imaginándome sus grandes ojos miel frente a mí.

Me saco el pantalón sucio y entro a la ducha. Esta semana aún empieza ¿Qué nos estará preparando este nuevo lugar?.

Siempre sueño con la libertad, la paz y la tranquilidad de vivir sin temores; es por esto que cada vez que nos mudamos, tengo esperanza a que algo pueda cambiar para bien. Quiero aferrarme como un niño ingenuo a esta creencia, pues, si nuestro corazón fuera como el de un niño, ni la tierra misma se hubiera divido para crear los continentes.

Paso a ver cómo está el enano, duerme bien profundo, le acaricio el pelo y salgo. Miro el reloj este marca las 2:55 AM. Echo un vistazo a mi rostro nuevamente antes de acostarme, todo parece bien. Mis ojos siempre me acuerdan a mi madre, ella decía que ellos reflejan el océano que llevo dentro, tan inmenso e indomable. Seguido me meto a la cama. 

 

- ¿Cail? ¿Qué haces aquí? - sus grandes ojos miel están llenos de lágrimas.

De repente escucho la voz de mi padre. Volteo a la otra dirección y ahí esta él, con un pistola en las manos apuntando a Cail.

- ¡Pá! ¿Qué haces papá? ¡Baja eso por favor! - En su rostro se dibuja una sonrisa malévola, conozco esa cara, no va a dudar en jalar ese gatillo.

- Urkey, aviéntate o la mato.- habla sin que le tiemble la voz, su mano señala el precipicio que esta al frente de mi. El mar esta bien bravo, los tres estamos muy cerca de la orilla, todo esta muy confuso en mi cabeza, no sé que hacer.

Tardo unos segundo mirando hacia abajo…

- Urkey no lo hagas por favor. - la quebrada voz de Cail me saca de los pensamientos.

- Siempre te voy a proteger. - cierro los ojos, esa sensación de que estoy cayendo me aterra como nada en este mundo, mucho más que morir.

Me despierto agitado por el terrible sueño, sudando como si hubiera corrido en un maratón. Que mierda de sueño. ¿Por qué Cail? Joder, la cabo de conocer y hasta la mente me juega una mala jugada con una desconocida. Vaya suerte tienen los que me rodean.

- ¡Urk! - dice mi pequeño enano saltando a la cama.

- Dant por favor… - agarro mis costillas, aun me duelen las patadas que me propino mi padre ebrio en la noche de ayer.

- Lo siento. - dice con tristeza.
- No tienes que sentir nada, yo soy tu hermano mayor y siempre voy a proteger. ¿de acuerdo?- lo despeino.

- Ok. Pero Urk, si tu me proteges a mí ¿Quién te protege a ti?

- Soy tan fuerte como una roca. - le digo mostrando mis flacuchos tríceps.

- No lo eres. - le hago cosquillas. Su sonrisa es lo que me da fuerzas cada día, él es la razón de seguir vivo, hasta ahora.

- Vamos a preparar algo.

Salimos de la habitación,  

Bajamos las escaleras corriendo, esta casa tan inmensa debe servir para algo.

- ¡Niños por el amor a Dios! Dejen de estar corriendo.

- Tranquila mi Lupe, no vamos a romper nada. - le mandamos un beso con las manos a nuestra dulce ama de llaves.

- ¿Qué voy hacer con ustedes dos?

Después de recorrer unas cuantas metros llegamos a la cocina.

- Llegué primero. - grita el enano.

- Eres Flash y no me lo quieres decir.




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