El Regalo Involuntario

Prólogo

A veces, las historias cuentan una versión que sólo representa la superficie de los hechos. Y quien sabe, tal vez si intentáramos darnos un clavado en aquel suceso, nos percataríamos de que es tan profundo como un charco en la acera después de una lluvia ligera. No obstante, comúnmente cada evento es tan hondo como el océano y, desgraciadamente, es prácticamente imposible nadar hasta tocar el fondo de éste.

En este caso, las cosas son tan profundas que incluso es difícil contarlo y creer que se ha abarcado todo; por ello, nos concentraremos sólo en lo más importante que hay debajo de la superficie. En lo que realmente debería uno saber.

Aquel día el joven se había estado preguntando muchas cosas ahora que estaba a punto de incursar una nueva etapa en su vida. Realmente tenía mucho miedo por lo que podía ocurrir una vez que saliera al exterior y explorara lo que realmente es «vivir como un adulto».

Aun así, él no se desanimaba por nada. No, muy por el contrario, se sentía inmensamente feliz de que pudiera avanzar tanto y tan pronto. Lo único a lo que él temía era a algo que en el pasado lo había detenido. Un detalle que casi acaba con su familia, su carrera y con sus amigos. Una dicha que se fue convirtiendo lentamente en un problema: Enamorarse.

Por más tonto qué suene, el joven le temía al amor. Tanto así que se había recluido en sus estudios de tal manera que comenzó a resaltar entre sus compañeros a un paso exageradamente veloz, consiguiendo los mejores lugares en toda la casa de aprendizaje a la que asistía.

La vida no podía ser más tranquila y prospera para él. ¡Oh no! Todo iba de maravilla en aquellos días, desde que el sol se levantaba en el alba hasta que se ocultaba en el ocaso. La serenidad se podía respirar con tan sólo estar cerca de él.

Por desgracia, al menos para algunos, aquel joven deseaba enamorarse. Le gustaba sumergirse en películas románticas, dramas y novelas de amor. Él imaginaba cómo dos personas encuentran el amor verdadero y son felices para siempre. Sentía un enorme hueco en su corazón cada vez que, con lágrimas en los ojos, terminaba de disfrutar una buena historia de esas a las que ya se estaba acostumbrando.

Ya pronto las cosas cambiarían. Tan sólo había que esperar un poco más y todo sería muy diferente. ¿Quién diría que el amor estaría a punto de tocar a su puerta? Pero, no como a todos nos gustaría que ocurriera.




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