El Regalo Involuntario

Segunda Carrera: Decepción

El amanecer llegó con su peculiar luz, pintó los techos de los hogares en cada barrio, matizó los pastizales y coloreó el cielo en su modo único.

Ese día Zach se levantó particularmente temprano. Parecía que iba a atender deberes o algo similar, pero en realidad no había podido dejar de pensar en aquel muchacho que vio anoche.

Mientras miraba el techo sonriente lo recordaba ahí parado en la estación del camión. Al desayunar pensaba en la forma que le ayudó a ponerse de pie. Cuando lavaba los platos suspiraba al sentir el lejano latido que su corazón produjo una vez que el chico sacudió sus ropas.

El joven de cabello negro no podía dejar de pensar en él. De ratos lo intentaba, pero esto deformaba en dejar volar su imaginación, lo que provocaba que su mente recreara una escena donde las cosas pasan de ser una simple ayuda a algo más romántico.

–¡Zach! ¡Hijo! –Gritó la madre del universitario al momento que éste se encontraba en su cuarto acostado con una enorme sonrisa dibujada y los ojos cerrados al reproducir la escena de su accidente en su mente una y otra vez.

–¿Qué pasó mamá?

–¡Ya llegó Armin! ¡Te está esperando afuera! –Respondió la señora a su hijo. Esto consiguió que éste tomara su mochila y bajara inmediatamente a la sala de su hogar.

Ya en la sala, la madre de Zach lo detuvo para darle su bendición y así dejarlo ir a la escuela con su amigo.

El pelinegro sonrió plenamente al ver a Armin, quien se impresionó cuando notó esto último.

–Alguien está muy feliz hoy –se burló Armin de Zach y logró que el pequeño se sonrojara ante tal afirmación–. Anel ya me dijo que no te fuiste con ella. Dime, ¿qué sucedió de camino a casa ayer en la noche? Digo, esa carita preciosa de felicidad absoluta no es por nada. ¿O sí? –Preguntó el más alto a su amigo. No podía evitar notar ver que Zach ni siquiera lograba tener contacto visual con él en el momento.

–N-no fue nada… Sólo conocí a un muchacho que me pareció lindo ayer. Fue todo –la respuesta impresionó al rubio. Él sonrió de par en par al enterarse.

–¡Vaya! En verdad que te conozco demasiado –presumió el rubio–. Me alegra que hayas encontrado de nuevo a alguien especial. La verdad… creí que te había gustado el senior Mika; pero veo que no –confesó con pena Armin. Zach lo miró con una sonrisa confiada al percatarse.

–No te preocupes. Mika está guapo, pero es todo. No me interesa como tú crees –aseguró el joven de cabello oscuro y trajo gran alivio a Armin.

Ambos chicos continuaron caminando hasta llegar a casa de Anel, en donde la chica los encontró lista para irse a la universidad.

En el camino a la facultad, Armin y Anel hicieron todo tipo de preguntas a Zach, la mayoría contestadas por el joven, a excepción de todas aquellas que se referían sobre algo en particular.

–¡Vamos, Zach! Aunque sea una pista de cómo es físicamente –le rogaba Anel a su amigo al juntar sus palmas extendidas a la altura de su rostro.

–No, lo siento. No pienso decirles cómo es. Es mejor que lo vean ustedes –explicó sus razones el chico más bajo.

–No es justo. Sí vamos a buscarle hoy, como dices, necesitaremos saber cómo es para ayudarte. Si no, sólo estaremos estorbando.

–Concuerdo con Armin por más extraño qué eso suene. Lo mejor es que nos digas cómo es tu amor –replicaba la chica junto a su amigo rubio, curiosos ambos por saber la apariencia del joven que enamoró a su amigo.

El problema real era que Zach no quería decirles por miedo a una cosa, o más bien a una persona: Armin. Resulta que el amigo del pelinegro conoce a todos los chicos homosexuales del campus, o al menos eso quería creer Zach. El rubio ha salido con muchos de ellos y temía decirle cómo es, que lo identificara y dijera algo como esto: «¡Ah, sí! Yo lo conozco. Es así y así. Me cayó mal por esto. Me encanta cómo besa. Etcétera». Sí ese iba a ser el caso, Zach prefirió llevar su ilusión lo más lejano posible, hasta que sucediera lo inevitable.

El plan del joven de cabello negro era simple: pasear por las facultades hasta encontrar al chico. Si esto no funcionaba, entonces se esperaría al primer día de la siguiente semana para esperarlo en la estación de la ruta a la misma hora.

Las clases de aquel día fueron comunes y aburridas para Zach. Ya no había nada en lo que pudiera pensar más que en aquel misterioso joven de la noche. Recordaba su piel morena y sus bellos ojos de color castaño claro. Visualizaba su linda sonrisa y cómo sus ojos se volvían pequeños al efectuar esta acción.

No había duda ya, Zach se había enamorado de este joven. Su amabilidad y apariencia cautivaron el corazón del chico de cabello negro de tal manera que, por el momento, no había otra cosa en la que pudiera pensar.

Ya una vez que finalizaron las clases, los tres chicos quedaron de verse en la plaza principal de la ciudad universitaria, llamada así por ser un enorme campus con muchas facultades aledañas unas a las otras, misma que incita a la común convivencia entre los alumnos de las diferentes casas de estudios.

Los tres al estar ya ahí decidieron recorrer cada una de las facultades en cierto orden. Veían dentro de los salones de éstas despistadamente para ver si Zach podía encontrar a dicho chico del que comenzaba a sentir amor.

Primero fueron a la facultad de matemáticas, en donde no encontraron al joven. Después visitaron la casa de estudios de ciencias físicas, con lo que sólo lograron nada más que un paseo por ésta. Luego decidieron buscar en ciencias biológicas, sin éxito alguno al final.

Ya con esta última, el día entero se les fue a los muchachos. Esto provocó un poco de tristeza en Zach, el cual tenía una mirada cabizbaja al momento de salir de la facultad de ciencias biológicas.

Sus amigos notaron esto e intentaron animarlo, abrazándolo y sonriéndole tiernamente.

–No te preocupes. Nos faltan muchas facultades por recorrer. Seguramente mañana lo encontraremos –aseguro Armin y rodeó al pequeño con su brazo derecho por encima de los hombros de su amigo.




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