El día era bastante soleado. Las personas que caminaban de un lado al otro bajo el intenso sol traían su piel colorada. Llevaban sobre ellos gotas de sudor que perlaban sus rostros hasta formar líneas de agua salada que bajaban hasta sus cuellos. Las hojas y el pasto tenían un color más claro gracias a la intensa luz que las bañaba, acompañado todo esto a un viento cálido que, en lugar de mejorar las cosas, ponía más insoportable el ambiente.
En aquel entonces, Mika y Rafa se encontraban ya en su salón de clases, justo en la primera hora que tenían juntos a mitad de su día normal de estudio.
–¿Es en serio? ¡Maldito ridículo! ¿Por qué? –Gritoneaba Rafa a su mejor amigo, quien tuvo que soportar su comportamiento infantil en medio del salón de clases.
–Ya te lo expliqué, orangután –reclamaba Mika a su amigo algo molesto por la vergüenza que le estaba haciendo pasar, obviamente notados por todos los compañeros de clases presentes.
–Es que no puedo creer que hayas accedido a unirte al equipo de Baseball. ¡Es una locura! Ni siquiera sabes cómo se juega.
–Bueno, me van a enseñar. ¡Tranquilízate!
–¡«Tranquilízate» mis huevos! Al chile yo no te creo nada de lo que me dijiste. Obviamente hay una intención más detrás de todo esto.
–No la hay, es en serio. ¿Por qué te mentiría?
–No lo sé, eres raro –Respondió Rafa a su amigo. Aquello provocó que Mika levantara una ceja estando ya cruzado de brazos en modo de molestia–. ¡Maldita sea! De seguro quieres que te empale el Xerath.
–No es eso. Deja de andar haciendo suposiciones que ni al caso y mejor prepárate para la clase –aseveró Mika con una voz bastante seria e hizo que Rafa se quedara ahí en su asiento pensando un poco.
–¿Cada cuándo te van poner a entrenar?
–Como soy novato, será tres días a la semana.
–¿Tan sólo eso?
–Sí –tajó Mika a si amigo, mismo que estaba un tanto extrañado.
–Los intramuros son pronto. Ni siquiera tienes condición ahora que lo pienso. A este paso que te están poniendo nunca lograrás hacer nada.
–Deja que ellos me guíen.
–¡Nel! –Expresó el joven para negar y se acercó un poco desde su asiento al de Mika–. Los días que no entrenes te veré en el gimnasio de nuestra facultad. ¡Llévate ropa deportiva! –Ordenó a su amigo el veterano de football en ese momento, para luego ser regañado por la profesora en turno que acababa de llegar al aula, cosa que le causó mucha risa a Mika.
Las horas pasaron y el novato se presentó en el enorme gimnasio, pues ese día no entrenaría con los del equipo. Ahí admiró cómo practicaban los de lucha olímpica, volleyball y los porristas. Junto a los primeros mencionados estaba Rafa esperando a su amigo, lo guio al segundo piso en donde estaban los casilleros y vestidores, mismos que estaban pegados a las paredes, acompañados de varias bancas de acero conformadas por tiras del mismo en el centro de la habitación, lo que dejaba un espacio decente en el área para moverse.
Ya ahí ambos, el hombre de piel aperlada indicó a su amigo para qué lo había llevado hasta allá y qué debía de hacer.
–Bienvenido a nuestros vestidores. Las regaderas están del lado derecho y aquí te cambiarás de ropa para luego guardar tus cosas en el casillero con mi matricula –al decir esto, Rafa sacó una llave de su pantalón–. Saqué una copia de mi llave para que puedas usar mi casillero por mientras. Tú cámbiate tanto pronto puedas, guarda tus pertenencias en el casillero y bajas para empezar tu rutina de hoy.
–¿Eh? ¿De qué hablas?
–¿Cómo que de qué hablo? Te tengo que entrenar para que obtengas un poco de resistencia. De lo contrario te vas a andar muriendo en cada entrenamiento de aquí hasta los intramuros –explicó sus intenciones el hombre de grandes músculos y dejó a solas a su amigo para que se cambiara.
A partir de ese día Mika comenzó a hacer mucho ejercicio tanto en los entrenamientos del equipo, donde le enseñaban a hacer pases, lanzamientos, el uso del bate y de más cosas relacionadas con el baseball. Rafa, por su lado, estaba poniéndolo a correr, a hacer flexiones de diferentes tipos bajo el sol y animándolo todo el tiempo teniendo música puesta para que pudiera sentirse más a gusto.
–…the eye of the tiger!
–¿Puedes dejar de cantar, por favor? –Pidió Mika a su amigo.
–¿Eh? Creí que te gustaba como canto.
–En lo absoluto, me dan ganas de matarme –bufó el más alto y luego se sentó al lado de Rafa, pues estaban en un campo de football reposando en una de las bancas del sitio.
–¿Y cómo va el entrenamiento con los del equipo?
–Bien, hasta ahora me han enseñado casi lo mismo que tú, pero mejor.
–Bueno, yo jugué baseball cuando era niño. No recuerdo todo con exactitud. –justifico Rafa y provocó una cara de decepción en Mika inconfundible.
–¿Qué hay de la putiprofesora? ¿No la verás hoy?
–No, le cancelé porque íbamos a entrenar.
–No puedo creerlo.
–¡Sabes que mis amigos son primero! Más si se trata de ti –confesó el jugador de football para luego darle una bebida hidratante a Mika, éste tomó de ella sin pensarlo mucho.
Habían pasado apenas algunas de semanas y el chico de anteojos ya comenzaba a memorizarse todo lo necesario para saber jugar de llano, logró familiarizarse rápido con el batey empezó a emplearlo con mucho talento que hasta Xerath aplaudió en el instante que notó esa sincronía que poseía el novato.
–¡Es ya más que obvio! ¡Naciste para ser bateador! –Mencionó el coach del equipo acercándose a Mika y dedicándole una sonrisa de momento.
–Me parece bien. Me gusta batear –dijo en doble sentido el chico, aunque Xerath no consiguió captar la indirecta, sin dejar éste de revisar algunos apuntes que tenía en una especie de tabla para dibujo.
–Bueno, seguiremos practicando tu bateo por mientras. De igual manera, veo que tu condición ha mejorado mucho. Así que voy a ser un poco más estricto contigo, ¿sí?