El Regalo Involuntario

Novena carrera: Ambrosia

La noche aún era joven. Apenas y había oscurecido en la ciudad, cuando Mika salió a atender la puerta de su hogar al preguntarse quién podía haber llegado a su casa en aquella ocasión.

Mika sabía que no podía ser Xerath, pues Rafa le había confirmado que llegó a la fiesta desde hace rato, aunque después de eso su móvil se quedó sin batería, por lo que lo dejó conectado a su cargador sin que volviera a verlo en todo ese rato.

«¿Será que papá vino a por algo que olvido? Quizá siempre regresó temprano de su compromiso», se preguntó a sí mismo en sus pensamientos el joven de anteojos mientras trataba de dilucidar qué sucedía. Mika miró por el ojillo de su puerta y notó que su visita se había adelantado.

La puerta fue de inmediato abierta, y detrás de ella se encontraba Xerath cargando un paquete que traía doce cervezas algo tibias adentro.

–¡Sorpresa! –Exclamó el joven de piel morena, cosa que impresionó en sobremanera a Mika, el cual se quedó sin habla de momento–. ¿Pasa algo malo? ¿No debí llegar tan temprano? –Preguntó el invitado algo triste. Xerath vestía con una camisa de color celeste y blanca a cuadros de manga corta, con un pantalón de mezclilla roto de las rodillas y unos botines cafés oscuros. Estaba peinado como siempre y olía bastaste bien a loción.

–No, no es eso –se apresuró a responder Mika al verlo algo apagado–. Es sólo que no te esperaba tan temprano… De hecho, me dijeron que ya estabas allá –explicó el hombre exaltado. Eso hizo que el coach bajara apenado la mirada y se sintiera muy incómodo por algo que el novato no entendía–; pero eso no importa ya. Pasa, por favor –invitó el alto a su amigo. Aquel sonrió un poco y entró a su casa.

El hogar de Mika era sin dudas enorme. Se trataba de una casa de tres pisos, el segundo y tercero eran más pequeños que el que tienen debajo.

En la entrada de la casa del hombre se podía observar una enorme sala con una mesa de centro preciosa, galardonada don bellos adornos. Ésta era de madera con vidrio en su centro, talladas finamente sus patas hasta ser ornamentadas.

Los sillones se veían grandes y cómodos. Estaban bastante acolchonados y tersos, mismos que eran de color negro. Las paredes eran de un tono granate, mientras que el suelo estaba conformado por duela bastante brillante, con alfombrado de color vino en varias zonas.

Al lado de estos muebles se hallaba el comedor, postrado a una distancia bastante cómoda para que éste no se encontrara fácilmente con la sala, además que aquella mesa era de una imitación de mármol color hueso, con algunas partes recubiertas en vidrio como lo son las esquinas y el centro. Allí éste tenía adentro una especie de compartimiento en donde se podía colocar cualquier clase de adornos. El padre de Mika colocó allí lo que parecía ser la figura de una serpiente blanca atacando a una lagartija negra, estos sobre arena clara parecida a la de una playa.

Las sillas eran bastante simples y hermosas, llevaban un espaldar lleno de curvas hechas de acero, mientras que las patas parecían ser de madera pintada en negro, junto a su asiento de un tono ocre bastante acolchonado.

Al lado del comedor, algo retirado de éste, se encontraban las escaleras que conducían al segundo piso. Aquellas eran de madera oscura y poseían una barda tallada bastante peculiar con figuras de plantas en ella.

La cocina estaba situada más delante del comedor. Sin dudas era muy espaciosa, llena de varios cajones y alacenas color ostión, con manijas doradas, junto a una estufa eléctrica que no utilizaba fuego, sino placas en donde se acumulaba el calor. Enfrente ésta tenía un refrigerador enorme de dos puertas que se habrían a los costados. Ambos electrodomésticos antes mencionados eran de color negro en su totalidad.

Detrás de la cocina parecía haber otra habitación la cual no daba la impresión de conducir a un patio. Lo único que se podía apreciar era la puerta que separaba aquel lugar de donde se preparaban los alimentos.

Todo esto se encontraba iluminado por bellos focos que se situaban dentro de cupulas cristalinas y tenían un aire acondicionado en la sala que enfriaba los alrededores con éxito.

Xerath, al entrar, peló los ojos, separó un poco sus labios y se detuvo observando todo alrededor de momento. No podía creer a dónde estaba entrando. Le parecía que era un verdadero lugar especial para él.

–¿Todo bien? –Preguntó Mika a su amigo, cuya voz lo sacó del trance para verlo y sonreírle honestamente.

–¡Tu casa es muy bonita! ¡Es increíble! –Respondió el joven a su amigo mientras dejaba la cerveza encima de la mesilla que estaba en el recibidor, para luego admirar todo a su alrededor de momento. Mika notó lo feliz que se veía.

–¡Gracias! Mi padre y yo hacemos lo posible para que se vea bastante bien. Aunque siento que el ambiente es demasiado masculino por sus colores y lo que elegimos.

–¡Es perfecto! –Continúo elogiando Xerath–. Quisiera que mi casa fuera así de grande. Seguramente mi hogar es la mitad de grande que el tuyo.

–Eso no importa en realidad, mientras sea acogedor –explicó el chico de gafas, tomó la cerveza y la metió al refrigerador tan pronto llegó a la cocina. Se sentía muy alegre de ver cómo el coach curioseaba por la casa–. Las llevaría arriba, pero no cabrán. Igual de rato las subimos –comentó Mika refiriéndose a la cerveza que había traído Xerath. El moreno asintió jovialmente, sentado en un sillón, lleno de júbilo.

–¿Dónde vamos a ver las series?

–En mi habitación –respondió el joven sin tapujos–, tengo una pantalla grande que le pedí prestada a mi padre. La conectaré a mi laptop y podremos ver lo que queramos en alta calidad, con buen sonido. Además, allí tengo un «minisplit» propio, por lo que no nos afectara el calor –aseguró el joven al paso que iba subiendo las escaleras.

Sin más qué decir, Mika hizo una seña a su amigo para que lo siguiera, y así ambos llegaron al segundo piso. Ellos continuaron su recorrido hasta el tercero, en donde la habitación de Mika se hallaba.




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