El Regalo Involuntario

Undécima carrera: Juramento

Aún era una hora favorable para el sol. Las calles se veían llenas de personas y la ciudad se encontraba aun transitada. A ese tiempo faltaba para el crepúsculo y la radiante luz del verano entorpecía la vista de los transeúntes en todos lados.

Mika, por su lado, salió acompañado de su mejor amigo de un laboratorio con una hoja en mano. El chico de piel aperlada estaba muy nervioso y, aunque su amigo se veía bastante molesto, no parecía estar preocupado.

Ambos chicos se reunieron bajo el intenso calor, posicionados uno al lado del otro, con el papel por enfrente de ellos. Después de haber intercambiado miradas por unos instantes, terminaron por abrir el documento. Al verlo, Rafa soltó un suspiro de alivio total tapándose los ojos con ambas palmas de las manos y con los codos en alto, todo al mostrar los dientes y caminar algunos pasos lejos de su amigo.

Por su parte, Mika sólo cerró sus ojos y los abrió para leer nuevamente. Al final cerró el documento en favor de respirar hondo.

–Te dije que no tengo nada –expresó el hombre a su amigo, quien le regresó la mirada de momento.

–Quería estar seguro –respondió Rafa acercándose a él con una sonrisa un tanto triste, abrazado por Mika.

–Hace mucho tiempo que tú y yo no lo hacíamos. Además, siempre usamos preservativo. Era imposible que me enfermara –expresó el novato guardando el documento con algo de alivio en uno de los bolsillos de su pantalón.

–Siento tanto haberte preocupado de la nada. Me siento como un patán.

–No lo eres y deja ya de pensar en eso. Ahora debes hablar con todas y todos con los que te metiste para avisarles de lo que pasó.

–¿De que los contagie de una enfermedad que mermará sus defensas hasta matarlos? –Asumió el veterano de football bajando la mirada al suelo.

–¡Hey! ¡No digas eso! No es toda la culpa tuya y lo sabes. Por favor, trata de pensar también en ti. Cometiste un error y sí, la cagaste; pero tampoco voy a dejar que te tortures de este modo, menos ahora que debes cuidarte más y disfrutar cada momento –advirtió Mika a su amigo tomándolo por los hombros y viéndole a su cara directamente. Sé percató de que estaba a punto de llorar.

El joven novato abrazó fuerte a su amigo y éste hizo lo mismo, sólo para tratar de reconfortarlo por lo sucedido.

Ambos se quedaron ahí bajo el sol, sin decir ya más apoyándose en silencio, sostenidos con toda la fuerza que sus brazos les permitían sin lastimar al otro.

La semana fue dura para los dos chicos. Rafa tuvo que ir a informarse sobre la enfermedad que había adquirido ya aproximadamente un año atrás sin darse cuenta, acompañado siempre de Mika y contándole a sus padres lo que pasaba. Ambos rompieron en llanto al saberlo, atrapados en la ignorancia y la impotencia de saber que su hijo estaba en sumo peligro. Además, el chico tuvo que contactar a todas las mujeres con las que había estado para entregarles la mala noticia, harto Mika de escuchar insultos, ver intentos o logros de golpes hacia su allegado, como también amenazas hechas al momento. El novato de baseball defendió como pudo a Rafa, mas su amigo lo detuvo siempre, pues él quería que las personas se desquitaran con él, deseaba en verdad sentirse culpable por lo ocurrido.

A pesar de ello, Mika siempre estuvo para él. Se hincaba a los pies de su amigo y abrazaba con coraje y lágrimas en sus ojos.

No podía hacer más por Rafa, aunque quisiera.

Sólo hacía falta una persona: la profesora de física con la que Rafael estaba teniendo un amorío recientemente. Para ello, el joven atleta le pidió al novato dejarlo hacer esto solo. Por alguna razón, no deseaba que Mika estuviera presente cuando le dijera a la mujer casada y con dos hijos que posiblemente tenía aquella enfermedad autoinmune, que sin dudas lograría destrozarle su cómoda vida.

Fue entre semana, días antes de exámenes cuando Rafa se dio a la tarea de informar esto a aquella profesora, mismo día en el que se encontró con su amigo después del entrenamiento en las afueras del campus universitario.

Esa noche Rafa no se veía muy bien, parecía estar pálido y mareado. Éste se desmayó en manos de su amigo tan pronto se le puso enfrente.

Al notar que las piernas de Rafa fallarían, el universitario de anteojos se lanzó para sostener a su colega. Esto hizo que ambos cayeran al suelo sin poder evitarlo. Todo el daño lo recibió el hombre sano como lo había planeado al momento.

–¡Una ambulancia, por favor! ¡Ayúdenme! –Gritó Mika al ver como su amigo se desplomaba en sus brazos perdiendo el conocimiento.

Para suerte de ambos, los alumnos que estaban ahí rápido llamaron por ayuda. Los paramédicos llegaron hasta la escena y el novato los convenció de ir con ellos en la ambulancia para viajar al lado de su amigo hasta el hospital a donde lo llevarían.

Al despertar, lo primero que Rafa vio fue a Mika dormido a su lado, con ropa diferente y signos de haberse desvelado. El joven acarició el cabello del hombre alto, cosa que lo despertó y le sonrió al ver que por fin había vuelto en sí a su lado. Mika no dudó en abrazar al veterano y lloró sin un posible consuelo en ese momento, justo al notar Rafa que sus padres iban entrando a la sala de hospital para verle conectado a frías máquinas y tubos que le siniestraban sueros, vestido con ropa ligera y en una habitación blanca con una ventana a su costado derecho, agitadas las verdes cortinas puestas a los lados de ella, con una tenue luz que entraba cálidamente y le provocaba cierta paz.

Los días continuaron pasando. Todo alrededor de Mika dejó de tener importancia, hasta la escuela y el equipo de baseball. Prefería visitar a quien consideraba el hombre más importante en su vida, para ayudarle con su compañía, contarle anécdotas y hacerlo reír cuanto pudiera; no obstante, a Rafa esto no le parecía, por lo que envió a Mika de vuelta a sus estudios, al deporte.

En un inicio el alto no desea separarse por ningún motivo del veterano; sin embargo aquel logró convencerlo con mucho esfuerzo, le dijo que estaría más tranquilo si continuaba con su vida allá afuera y regresaba al hospital para contarle lo vivido en el campus o si día a día, como si todo fuera normal para ambos.




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