El Regalo Involuntario

Última Carrera: Un Lazo Inquebrantable

Las horas habían pasado rápido aquel día de la victoria.

La mayoría de los chicos del equipo deseaban celebrar, como ya es costumbre, pero lo que había pasado con Mika les había dejado algo huecos. No sabían qué hacer exactamente de momento, pues sentían que la victoria la habían obtenido gracias al joven que se retiró del campo a solas. Por ello, todos decidieron irse a casa y esperar a que otro día se pudiera festejar aquel increíble juego, el cual sin dudas ninguno de ellos olvidaría jamás.

Xerath, por su parte, se había quedado en las gradas del campo donde sucedió el encuentro final, ya no habiendo ninguno de los espectadores presente, a excepción de Zach y sus amigos.

El pelinegro veía a su novio allí sentado a lo lejos, con los dedos de las manos entrecruzados, sus codos descansando en sus rodillas y su cuerpo arqueado hacia adelante. El rostro del coach era tenso y denotaba gran tristeza, preocupación por el hombre que era su mejor amigo. No sabía qué debía hacer, pues no le contestaba las llamadas todavía y no sabía dónde buscarle, pues Sam le dijo que llegó a su casa y los vecinos le dijeron que nadie había arribado de momento además de él.

– ¿Qué te habrá pasado, Mika? –Se preguntó Zach al ver la dirección en la que se fue el senior, contestado por Anel, quien se hallaba a su lado.

–Sea lo que le haya pasado a Mika, es algo que no nos incumbe –expresó la chica con una voz cabizbaja, pero con algo de indiferencia–. De ser así, estoy segura que nos hubiera dicho. Un problema grave le pasó y obviamente se trata de algo personal que le hirió mucho. No podemos ayudarlo si no se deja ayudar. Además, odio este tipo de dramas. Yo en verdad no quiero saber nada de esto por más que me agrade.

– ¿Cómo puedes ser así, Anel?

–Armin, ni tú lo conoces bien. Nos llevamos genial con el chico y todo, pero tiene sus amigos que de verdad le quieren. Xerath es un ejemplo y, aun así, creo que si Mika no le quiere decir no debería preocuparse tanto. Estoy segura que luego se le pasará el enojo y nos dirá a todos lo que sucedió. O al menos a Xerath –Respondió la chica a Armin con bastante seriedad. A su vez, Zach regresó sus ojos a su novio, el cual cruzó miradas con él y le sonrió levemente.

–Tengo que hablar con Xerath. En un ratito vengo, no se vayan sin mí –pidió el chico, el cual recibió una respuesta afirmativa de sus amigos, se lanzó a donde se encontraba su novio para hablar con él y saber si podía ayudar en algo más, pues ya era algo tarde y debía de irse a su casa junto con los jóvenes.

Xerath se veía destrozado. Sus ojos se notaban agotados y su respiración honda demostraba lo preocupado que se encontraba. Su cuerpo tenso y los rápidos movimientos de sus piernas y manos daban en cuenta lo desesperado que se sentía, además de su rostro frio, congelado en la seriedad del momento, no dejando de pensar un sólo instante en su amigo y lo ocurrido.

Cuando Zach se sentó a su lado, Xerath le abrazó por encima del hombro y lo acercó a él. El pequeño se recargó en su hombro para cerrar sus ojos, lo cual comenzó con la pregunta incomoda del momento.

–¿Estarás bien? Yo debo irme ya. Te juro que me gustaría quedarme, pero no puedo –expresó el pequeño a su novio con una voz bastante apacible, algo quebrada. Xerath, al escuchar esto, soltó al joven y se posicionó algo recto con la mirada aún en la dirección que se fue Mika.

–Sí, no te preocupes por mí –respondió el coach sin voltear hacia el pelinegro.

–Sí me preocupo, amor. Es nuestro amigo –comenzó a explicar el menor con algo de vergüenza–, pero también tenemos que pensar en nosotros.

–Debí pensar en él cuando todo esto comenzó –respondió Xerath con un tono más agresivo, pero serio–, y le di más importancia al tonto juego que a lo que él sentía… Fui un idiota –dicho esto el hombre apretó los labios e intentó observar hacia su izquierda para evitar a toda costa el rostro de su novio, respiró hondo en una notoria furia que no podía ya contener.

– ¡No es cierto! –Tajó Zach de momento para poner una de sus manos sobre el hombro de Xerath, misma que el coach se quitó de encima para voltear a ver al joven.

– ¡Es verdad! No me digas lo contrario porque también estuviste ahí. Lo viste sufrir y no pudimos hacer nada para ayudarlo. Debimos haber hecho más. Ahora ni siquiera sé dónde está y no tengo idea qué es lo que debería de hacer –gritó el hombre bastante molesto y provocó el llanto de su novio.

–P-perdón, yo sólo quiero ayudar… –expresó Zach en medio de lágrimas y una mirada que veía directo al suelo, abrazado rápido por un Xerath arrepentido, rápido se dio cuenta de lo que había provocado sin querer.

–¡Lo siento! No quería hacerte sentir mal, pero la situación está difícil, chiquito. Tienes que entenderme, por favor. Es mi mejor amigo –explicó Xerath con una voz más tranquila, le acarició el cabello al estudiante de química y le dio un beso en la frente de manera tierna–. Es mejor que te vayas a casa. Yo me encargaré de esto y prometo buscarte tan pronto llegue a mi hogar, ¿sí?

–Está bien –aceptó el menor dándole un fuerte apretón al abrazo con su novio y se puso de pie para bajar de las gradas hasta donde se encontraban Armin y Anel.

– ¿Es neta que te hizo llorar ese idiota? ¿Quién se cree? –Preguntaba enardecido Armin tomando de los hombros a Zach.

–No es nada…

– ¿Estás loco? ¡Me las va a pagar cuando…!

– ¡Tranquilo! Es normal que haya peleas así entre novios. No te pongas ridículo –Dictó la mujer de cabello morado, calmando así al rubio de momento.

Los tres jóvenes estudiantes se retiraron del campo de juego y dejaron atrás a Xerath en las gradas, mientras la nieve continuaba cayendo en todo el estado para llenar cada esquina de una fría y gruesa capa de hielo que dificultaba el andar de todos, pues casi nadie esperaba algo tan drástico en aquellos días lluviosos y helados.




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