Son las dos de la tarde, mi madre ha comenzado a preparar la cena, un pavo horneado con vegetales, puré de papas con la salsa secreta de su abuela y de acompañamiento, ensalada de verduras y manzana verde. Mi comida favorita navideña.
Mi mejor amiga, Lucía, es venezolana y su padre hace un pan navideño delicioso. Ellos le llaman Pan de Jamón y cada navidad, ella trae uno para compartir con nosotros en la cena. Ella es increíble y la conozco desde el primer día en la secundaria.
¡Hablando del rey de Roma, es ella la que se asoma! Me río internamente al ver a Lucía entrar a mi casa como perro por su casa, trae una botella de ponche crema en la mano; éste es un alcohol venezolano a base de leche, azúcar y ron. ¡Amo como ella nos comparte un poco de su cultura en cada festividad!
—¡Buenas tardes, mi hermosa familia! —exclama, Lucía. Sonriendo como siempre.
Sonrío al verla.
—Hola, alocada amiga —la saludo, dándole un abrazo y un beso en la mejilla.
—¿Alocada? ¡Soy lo más genial que te ha pasado en la vida!
Suelto una carcajada, mi mamá hace lo mismo.
—Amo su espontánea y explosiva actitud —dice mi madre, negando con su cabeza. Lucía se acerca a ella y la abraza.
—Mamá Oly —la llama en español—, usted es increíble, no cambie nunca. Sabe que la amo. Además, ¡amo su pavo al horno!
—¿Solamente por eso me amas? —inquiere, mi mamá. Alza una de sus cejas y ve fijamente a Lucía. Las miro expectante.
—¡Obvio! —contesta mi mejor amiga sin pena alguna. Veo como mi madre se ríe a carcajadas.
Niego con mi cabeza al ver a las mujeres riéndose a más no poder. ¡Las amo mucho y son las mejores!
—¿Olivia llega hoy? —Lucía pregunta por mi hermana menor, ella está en la universidad en Chicago, estudia artes escénicas.
—Sí, debe estar llegando dentro de una hora pero ella… —comienza a contarle mi madre.
Me quedo mirando el teléfono que está puesto encima de la mesa del comedor, lo miro como si de él, fuera a salir Andrew. Uno feliz y no molesto conmigo.
Hago una mueca con mis labios y suspiro audiblemente. Siento como unos brazos de piel morena me abrazan por detrás. Mi mejor amiga coloca su cabeza sobre mi hombro.
—¿Qué ocurre, mi reina? —Lucy me llama mi reina desde que concursé en un certamen de belleza en la preparatoria. Lo dice en español y amo que me llame así.
—Estoy triste, mi negra. —Ella me enseñó un poco de español a lo largo de estos años y desde que escuché cómo su familia la llama la negra por su color de piel oscura, la comencé a llamar por ese apodo.
—¿Andrew sigue sin hablarte?
—Hablamos más temprano pero la conversación fue… incómoda.
—Ya se le pasará, Andy no es un mal hombre. Sé que te ama y te respeta.
—Lo sé… —respondo—. Solo que… ¿qué si ya se cansó de mí? ¿Si ya le caigo mal por mis actitudes de niña?
Ella menea su cabeza, deja de abrazarme y se coloca enfrente de mí.
—Mira, deja de pensar tonterías. Sabes muy bien que ese hombre se desvive por ti. Esto es solo un momento que está molesto… ya se le pasará, Pay.
Lucy coloca ambas manos sobre mis hombres.
—¿Crees que te engaña o algo? —cuestiona, con su ceño fruncido.
Niego rápidamente.
—No, confío en él. Y sé que me ama.
—Entonces, ¿por qué dudas?
Me encojo de hombros. —No lo sé… todo este distanciamiento, me hace dudar y confundirme.
—Bebamos ponche crema para calmar esa cabecita tuya.
Me río. ¡Ella ama el alcohol!
—Bueno, pero un poco. Sabes que me emborracho fácilmente con esa bebida.
Lucía se ríe mientras camina hacia la cocina a servirme un vaso de la bebida venezolana.