El Regreso

2

Ian

 

En toda la ciudad de New York parecía estar alterada, se decía que ha llegado la Diabla a nuestra ciudad. Había escuchado de ella en muchas ocasiones y siempre decían que era muy peligrosa, una persona despiadada al momento de matar a alguien. Pero era el verdadero demonio cuando se metían con su familia.

Decían que ella tenía tres reglas y si alguien llegaba a incumplir con esas reglas, acaba con ellos. Aun peor si alguien rompe la primera regla. Directamente esa es su sentencia de muerte de la peor manera que exista.

No se toca a la familia de la Diabla.

Al parecer tenía muchos hermanos, había escuchado que eran nueve hermanos con ella. Sí que eran bastantes, pero si alguien los tocaba, aunque sea un pelo lo mataba sin pensarlo dos veces. Nadie se atrevía a desafiarla.

Hoy desde la mañana fui a dar una vuelta con mi hermano gemelo, Josué. Estábamos demasiados aburridos en casa. Fuimos a comprar también unos juegos de play station, era lo único que nos faltaba por hacer. Llegamos a casa y saque las llaves de esta para abrirla. Dejé mi chaqueta en el armario y fui directo a la sala. Fruncí el ceño cuando nos encontramos a una chica con el pelo turquesa con las puntas más claras parada al frente de nuestros padres. Esa chica tendrá diecinueve o veinte años. Esta buena, demasiado diría yo.

Observe su vestimenta y llevaba puesta ropa deportiva. Un calentador, chaqueta y top de marca Nick. Era una marca muy cara y esa ropa había salido recién. Costaba bastante. Parecía que la chica era de dinero. Alce una ceja sin entender muy bien que hacia aquí.

– ¿Quién es esta hermosura? –pregunte haciendo acto de presencia.

Ni medio termine de hablar la desconocida se dio media vuelta y me quedo mirando con el ceño fruncido. Parecía que la había visto antes pero no me acordaba de dónde. Ella me miro con una sonrisa burlona, fruncí el ceño.

– Vaya –esbozo una sonrisa de lado – Pensé que ligar a la familia era incesto –dijo jugando con su lengua mientras vacilaba. La mire confundido –Y aun peor si es con tu propia hermana –sonrió. Me quede en silencio. No podía ser cierto. Sentí que me iba a dar un ataque si no me sentaba rápido.

¿Cómo podía estar aquí?

No lo entendía, nos habían dicho que ella murió en aquel accidente automovilístico que hubo hace tantos años. Pero al parecer todo era falso. Ella está aquí, en nuestra casa. Parada justo al frente de mí, con una sonrisa burlona.

En ese momento entro mi hermano Josué que se había quedado hablando con el vecino.

–Ian, dice Jay que hay una chica buena por aquí. Su cabello es de color turquesa –conto Josué fascinado mientras me miraba sonriente, pero cambio su rostro al verme – ¿Qué pasa? –pregunto con el ceño fruncido.

Un carraspeo llamo nuestra atención. Era ella. Mire a mis padres que estaban callados.

–Vale, ya estamos todos reunidos. Pueden hacer preguntas –dijo ella sentándose en el sillón individual que había en la sala mientras miraba a mis padres. Ellos asintieron débilmente. Mi hermano se dio cuenta de su presencia y sus ojos se abrieron en par. Se sonrojo al recordar todo lo que había dicho cuando entro.

–¿Quién eres tú? –pregunto Josué con confusión tratando de ocultar su sonrojo

Ella sonrió negando con la cabeza.

–Por lo que veo al parecer has olvidado a tu hermanita –dijo ella con tono burlón. Él se quedó blanco como el papel. Lo entendía, yo estaba igual o peor que él.

Después de un momento procesando lo que sucedía pudimos todos salir del asombro. Nos sentamos alrededor de ella, pero guardando la distancia debida. No queríamos abrumarla.

–Pregunten –dijo simple mientras se cruzaba de piernas y nos miraba. Todos estábamos en silencio hasta que mi madre rompió el silencio.

– ¿Porque te fuiste? –pregunto en un hilo de voz mi madre. Ella paso la lengua por sus labios y sonrió sarcásticamente.

–No quería estar en una porquería de familia –respondió fríamente. Ladeo la cabeza – ¿Ellos ya saben lo que ustedes hicieron? –presunto con el ceño fruncido mientras nos señala con la mirada. Ellos asintieron con la cabeza agachada llenos de vergüenza. Sabía a qué se refería a las infidelidades que se hicieron mutuamente.

Aunque nos afectó lo que hicieron los perdonamos porque eran nuestros padres.




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