Peyton
Aun no me acostumbraba que me llamaran Emma, es decir, tenía enterrado ese nombre en mi vida desde hace mucho tiempo. No sé cómo explicar lo que sentía al escucharlo.
Después de la cena, me dirigí a mi departamento. Joder. Los gemelos son todos unos profesionales. Me siento orgullosa por eso. Los quiero y todo, pero también extraño a mis hermanos ¿Cómo estarán? Mierda, cada día que pasa los hechos de menos más. No sé en qué momento mis ojos se humedecieron y de ellos comenzaron a caer lágrimas, los extraño tanto. Me hacen tanta falta, pero lo que hago por su felicidad todo sea por ellos.
Una vez llegada a mi residencia me desplome en el sillón. Ya para esta hora no estaba la muchacha de servicio, solo la contraté porque necesitaba de urgencia el trabajo y no quería que viviera en la callé. Cogí mi móvil de la Diabla y le marqué al jefe de esta zona.
–Que sea la última vez que alguien se mete con ellos y peor aún que se atrevan hacerles daño –gruñí –No quiero ni que respiren su aire –escupí seca sin ninguna expresión.
–No va a volver a suceder Diabla –contesto el sujeto con un hilo de voz ¿Esta mierda era el jefe de esta pandilla? Tiene que ser una broma. Más tarde llamaría a los cinco para que arreglaran este problema y pongan a alguien más capacitado para que cuide nuestro territorio. Sonreí con malicia, aprovecharía el miedo de este tipo para divertirme, aunque sea un rato.
–No hay segundas oportunidades –recuerdo –Los mato sin importar una mierda sus jodidas vidas –dije fríamente, escuché como tragaba saliva. Idiota –Quedan advertidos –colgué cuando pude escuchar su respiración acelerada con mis últimas palabras. Me tenía terror, sonreí.
Como no podía estar tranquila decidí ir a dar una vuelta para relajarme por alrededor y de paso familiarizarme con el lugar. Necesitaba aire para asimilar todo lo que estaba pasando con mi regreso aquí. Iba caminando por las calles desoladas, todo estaba calmado, pero al parecer no duro mucho como pensé. Bufe irritada.
Quería tranquilidad, pero estos cabrones lo impedían.
Me dirigí rápidamente a ver de donde provenían esos gritos. Me encontré con una escena familiar que no era muy agradable que se diga. Estaban con más de ocho o nueve hombres golpeando y gritándole a un chico de cabello verde. Hijos de puta.
–Eres un adefesio –dijo un sujeto al chico de cabello de color mientras que otros lo golpeaban.
–La Diabla está aquí y no le va a gustar lo que hacen–dijo en un hilo de voz el chico de cabello de color.
– ¡Tú no sabes nada maldito! –exclamo otro mientras lo golpeaban con más fuerza. Mierda
Aparte de que les avisa el chico de cabello color a los demás, los imbéciles ni siquiera lo tomaban enserio. Era jodidamente cierto, odio encontrar con esto tipo de cosas. Me hacía enfurecer. Era la misma forma que encontré a mis hermanos, Bruno y Scott. Se me encogió el corazón al recordar aquello.
–Yo creo que él tiene razón –cante – Me da mucha rabia –gruñí apareciendo por detrás de ellos. Todos ellos se dieron media vuelta mirándome. Sus rostros se deformaron mientras perdían color. Sonreí maliciosamente. Me gire para ver al chico de cabello de color que ni siquiera se inmuto con mi presencia. Alce una ceja.
–Diabla –dijo uno de los sujetos mientras temblaba.
–Vaya, al parecer ya todos saben que estoy aquí. Quería darle a toda una sorpresa –dije cínicamente esbozando una sonrisa maliciosa. Me miraron aterrorizados.
–Yo… nosotros. No nos mates –rogo otro. Tenía peinado de copete.
–Ahora si tienen miedo ¿No es así? –pregunte acercándome a ellos. Estos retrocedían a cada paso que daba, era gracioso.
–Para que jamás vuelvan a golpear alguien así –le lance una patada al abdomen haciendo que se encogiera – Y mientras este aquí, no quiero volver a ver algo como esto. Les advierto, su muerte será segura si lo vuelven hacer. Jodidos imbéciles –dije golpeándolos. Resople, que débiles, ni siquiera les pegue tan fuerte y ya estaban en el piso noqueados – ¿Estas bien? –pregunte dirigiéndome al muchacho verde. El asintió levantándose.
–Si –asintió – Muchas gracias –agradeció sonriendo
Vaya, tremenda sonrisa.
– ¿Te acompaño a tu casa? –pregunte ofreciéndome a dejarlo a su casa. El negó.
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Editado: 16.04.2019