El Regreso de la Esposa Muerta

CAPÍTULO 2. La noche que despertó la sed.

Capítulo 2

La noche que despertó la sed.

El pueblo amaneció envuelto en un silencio pesado, como si la misma tierra hubiera decidido guardar los secretos de la media noche.

Las puertas se cerraron con más fuerza y los perros aullaron hasta que el sol estuvo alto.

Nadie quiso hablar del hombre hallado en el río. Cómo su cuerpo yacía intacto, pero sin una gota de sangre, como si algo hubiera extraído de él todo lo que lo hacía humano.

Las historias crecieron en los mercados y en las tabernas, cada cual más terrible que la anterior.

Elian no acudió a la plaza ese día. Prefería la penumbra de la casa que compartía con Liora, donde la presencia de ella era la única verdad.

Creía que todo lo que se decía eran meras casualidades; que el grito en la orilla del río no tenía relación con los susurros en su cama. Pero el miedo, como una semilla, había empezado a germinar a su alrededor.

Esa primera noche tras el hallazgo, Liora permaneció junto a él como siempre. De día dulce y cariñosa; de noche, una estatua de belleza inmutable. Pero cuando cerró los ojos, Elian recordó el brillo en sus dientes, el sabor a hierro en su boca, las huellas en su pecho. Se dijo que eran reflejos de su culpa, que su mente, herida, inventaba monstruos para castigarlo por haberla resucitado.

Se dijo muchas cosas para no mirar la verdad.

Sin embargo, a la media noche, la verdad vino a buscarlo.

Fue un sonido sordo, como si algo húmedo se deslizara por el suelo de madera. Elian despertó temblando, la cama a su lado estaba vacía.

A través del pasillo, una luz mortecina se filtraba por la rendija de la ventana entreabierta. Desde el umbral de su habitación, vio la figura de Liora recorrer la sala con pasos suaves.

No llevaba ropa; la luna delineaba su silueta pálida y delgada y su cabello negro caía en cascada sobre su espalda.

La vio bajar los escalones, abrir la puerta principal sin tocarla y desaparecer en la noche con la misma compostura con la que antes salía a buscar flores.

Elian, paralizado, se levantó sin hacer ruido. Un impulso primitivo lo empujó a seguirla.

Liora caminaba hacia el bosque, más allá del camino de piedas. Elian la siguió, evitando las ramas que se trababan en su ropa, rezando en silencio para que aquello fuera una alucinación.

En el claro junto al río, la vio detenerse. La luna llena estaba en lo alto, Liora en la orilla, con su espalda arqueada en una postura que no era humana. La niebla se plegaba a su alrededor y cuando se volvió hacia él, su rostro fue una mezcla insoportable de lo que había sido y de lo que ahora habitaba en su carne.

Sus ojos, que durante el día eran pozos de ternura, estaban abiertos reflejando la luna como si fueran vidrios negros. Su boca se abrió y de su interior salió un canto dulce y antiguo.

Elian avanzó sin pensar. La ira, la protección, el amor, todo se juntó en su pecho y le ofreció valor.

Alzó la voz y la llamó por su nombre, con la furia sorda de quien no tolera perder otra vez lo que ya ha perdido.

Liora lo miró; sus pupilas se estrecharon hasta tornarse hendiduras. Hubo, por un segundo, una luz de reconocimiento, como un retazo de su antigua humanidad. Entonces, la mujer se acercó a él con una rapidez inhumana. Un desliz que le dejó el aroma de la fatalidad en la piel.

Antes de que Elian pudiera reaccionar, Liora rozó su garganta con los dedos. Fueron dedos fríos, húmedos. Sus uñas eran curvas y puntiagudas.

Elian sintió una punzada, leve, y luego nada. El mundo se fragmentó en pequeños instantes: los ojos de Liora brillando con un placer horrible; el reflejo del río que ya no tenía peces sino sombras; la sensación de vacío que empezó a crecer en su interior como una prensa que exprimía su pecho.

Retrocedió temblando, con la certeza de que algo dentro de él se había apagado. Nunca había sentido un cansancio igual.

Liora lo observó con ternura, y por un gesto lento, rozó sus labios. Su boca sabía metálica. Cuando se apartó, sus dientes mostraron un brillo nuevo, un matiz amarillo bajo la luz de luna, y por detrás de su sonrisa, Elian creyó ver la sombra de una mandíbula más grande, la insinuación de colmillos que no debían existir.

—No te alejes de mí —susurró Liora con voz que era al mismo tiempo suya y la de un animal ancestral—. Prometiste amarme por la eternidad.

Él quiso gritar, acusarla, suplicarle… pero las palabras eran piedras en su garganta.

Sintió nauseas, un vértigo que lo obligó a sentarse sobre la hierba húmeda. Liora lo rodeó y, con un movimiento lento, dejó su rostro a centímetros del suyo. Sus ojos ya no buscaban compasión; buscaban alimento.

El primer alarido llegó desde el pueblo, un grito desgarrado que cortó la noche en tiras. Liora se incorporó en un salto imposible, como si el grito hubiera encendido su instinto, y se internó en la oscuridad del bosque con una velocidad que hizo temblar las ramas. Antes de desaparecer, giró la cabeza y lo miró por última vez. Sonrió. No fue una sonrisa de consuelo; fue la sonrisa de quien ha obtenido lo que necesitaba.

Elian se quedó inmóvil, con las manos en el pecho, sintiendo cómo algo suyo se derramaba en silencio. Cuando logró ponerse en pie, el claro estaba vacío. Sólo quedaban huellas sobre la tierra. Marcas de manos que se hundían en el barro, huellas de dedos como si alguien hubiera caminado a cuatro patas.

Volvió a la casa en un estado que no era enteramente humano. Al llegar, encontró la puerta entreabierta y dentro, la brisa olía a flores podridas. Liora estaba en la cocina, como si nunca hubiera salido.

Su mirada era dulce como la miel, su sonrisa tierna como la de antes. Lo abrazó, suave, como quien consuela a un niño.

Elian sintió un estremecimiento de repugnancia que confundió con pena. No podía, no quería, negar que su esposa estaba viva. Y aún así, cuando bajó la mirada vio algo que lo dejó sin habla. Sobre la mesa, junto a la vela consumida, había un trozo de tela manchado de un rojo profundo que no era totalmente sangre. Había en él fibra de pelo —negro, largo— y un olor metálico que hizo que su estómago se retorciera.




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