El Regreso de la Esposa Muerta

CAPÍTULO 6. Entre el terror y el deseo.

Capítulo 6

Entre el terror y el deseo.

Esa noche, la lluvia no cesó. Elian no podía conciliar el sueño. Cada crujido en la madera del suelo le martillaba el pecho. La chimenea se apagó sola y en la penumbra vio un reflejo… dos ojos dorados observándolo desde una esquina.

—Liora… —murmuró, temblando.

Pero ella estaba a su lado, dormida, con el rostro sereno.

Entonces, los ojos en la oscuridad se abrieron aún más, y una voz resonó en el aire:

—Ella tiene hambre. Aliméntala.

Elian se incorporó de golpe, jadeando. La habitación estaba vacía. Solo el viento golpeaba la ventana.

Trató de calmarse, pero al mirar hacia el suelo vio algo que lo dejó sin habla:

El reflejo del fuego que ya no existía, moviéndose bajo las tablas, como si la tierra ardiera debajo de la casa.

—No… no puede ser.

Una risa suave se coló por las paredes.
Liora seguía dormida. O al menos eso pensaba, hasta que ella habló en sueños.

—Elian… —susurró, su voz, esta vez, era completamente humana—. No la dejes entrar… no dejes que me tome.

Él la abrazó con fuerza, temblando. Su cuerpo se estremecía, como si algo la recorriera desde dentro.

De pronto, sus ojos se abrieron de un tirón. Brillaban como oro fundido.

—Demasiado tarde —dijo, pero no con su voz.

Elian la soltó y retrocedió unos pasos. La figura frente a él sonrió con una mueca que retorcía su rostro. Deforme, tenebrosa. Labios deformados, dientes ennegrecidos y colmillos afilados.

—El amor que resucita alimenta a la oscuridad. Y tú, Elian, eres su banquete.

El fuego de la chimenea volvió a encenderse solo, iluminando la habitación. La piel de Liora se agrietó, revelando destellos escamosos debajo. Su cabello se elevó como si flotara en agua, y su sombra se alargó hasta cubrir las paredes.

Elian cayó de rodillas. Impactado.

—Liora… vuelve a mí, por favor —suplicó, sus ojos llenos de lágrimas.

Ella se estremeció. Por un instante, sus ojos cambiaron, volviendo a ser los de siempre. Hermosos y humanos.

—Elian… ayúdame… por favor. No puedo detenerla.

—Lucha, amor. Estoy contigo.

La habitación entera tembló. El fuego se tornó azul. La sombra que la poseía gritó desde adentro, un sonido ensordecedor que hizo vibrar los cristales.
Liora se arqueó, sus manos temblaban ligeramente, y cayó al suelo.

Elian corrió hacia ella, tomándola entre sus brazos, impidiendo que su cuerpo cayera por completo al suelo.

—Resiste, mi amor. Lo haremos juntos.

Ella respiraba con dificultad.

—Ella… no soporta tu amor. Lo debilita.

—Entonces te amaré más —dijo, con los ojos húmedos.

Liora sonrió débilmente. Su voz salió apenas audible.

—Tonto… eso te matará.

—Lo sé.

Ella apoyó la frente en su pecho, escuchando los latidos de su corazón. Elian la acunó hasta que la respiración volvió a calmarse.

El fuego se apagó otra vez, y solo el silencio quedó.

En las paredes, las sombras seguían moviéndose, observándolos. Elian sabía que la oscuridad no se había ido por completo. Solo estaba esperando su momento mas frágil.

Al amanecer, Liora ya no estaba. Solo quedaba su perfume y una nota escrita con tinta negra sobre la mesa:

》"No me busques. Esta vez, debo ser yo quien te salve."

Elian dejó caer el papel. La cabaña volvió a llenarse de silencio, pero no era un silencio vacío. Era un silencio que respiraba, que lo acechaba y lo observaba desde todos los rincones.

Desde las paredes, la voz volvió a susurrar:

—Ella no puede huir de lo que es. Y tú tampoco podrás huir de ella.

Elian apretó los puños con rabia. Sabía que el miedo lo estaba consumiendo, pero también sabía que el amor lo mantenía vivo y lucharía por eso, aunque sea lo último que haga.

Y en ese equilibrio imposible, entre el terror y el deseo, entre la cordura y la entrega, entendió que no descansaría hasta traerla de nuevo.

Aunque eso significara perderse también.




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