El Regreso de la Esposa Muerta

CAPÍTULO 7. El eco de la sangre.

Capítulo 7

El eco de la sangre.

De noche, el bosque era un cementerio de raíces negras y figuras danzantes. Elian avanzaba sin rumbo, guiado por la nota que Liora había dejado y por la voz que ya no podía distinguir si era suya o de algo más, algo que murmuraba en su mente como un rezo enfermo.

"Encuéntrame antes de que ella lo haga."
Escuchó en el viento. Pero ¿quién era “ella”? ¿La lamia? ¿O la parte de Liora que ya no le pertenecía?

Cuando la noche cayó, Elian halló una choza en ruinas. Dentro, una figura encorvada lo esperaba. Una anciana de poco cabello, blanco, áspero. Nariz curva y dientes amarillos.

Una bruja.

Sus ojos eran dos pozos sin fondo, oscuros, vacíos. Y sus dedos se movían como ramas secas sobre un cuenco de huesos.

—Sabía que vendrías —dijo, sin levantar la vista—. Nadie ama a una criatura maldita y sale ileso.

Elian apretó los dientes.

—Quiero romper el vínculo. Quiero liberarla.

La bruja soltó una carcajada seca y el sonido fue tan agudo que partió el silencio.

—¿Liberarla? No entiendes nada. La lamia no la posee… ella es la lamia. Solo dormía en su piel humana. Tu amor la despertó.

Elian retrocedió un paso.

—Eso es mentira.

—¿Mentira? —la bruja levantó la mirada, furiosa—. Entonces dime, muchacho, ¿quién crees que se alimentó de los cuerpos que hallaron en el río? ¿Quién camina dormida y deja huellas de barro y sangre sobre tu suelo?

Elian sintió su estómago retorcerse. La bruja sonrió con lentitud.

—No la busques más. El amor solo alimenta al monstruo.

Pero él ya estaba corriendo, ciego de miedo y necesidad.

Encontró a Liora cerca del lago, arrodillada frente al agua. Su reflejo era una distorsión de sí misma: ojos completamente oscuros, colmillos apenas visibles, un brillo de locura y tristeza.
Cuando lo vio, se puso de pie.

—¿Por qué viniste? —preguntó, y su voz se quebró en dos tonos distintos.

—Porque no puedo dejarte —respondió él, sin dudar—. No después de todo.

Liora rió, una risa desesperada que hizo vibrar el aire.

—¿Crees que el amor puede salvarnos? Elian, lo que llevo dentro no tiene redención. Se alimenta del calor que amas, del pulso que te mantiene vivo.

Él se acercó un paso.

—Entonces que se alimente de mí.

Ella lo miró horrorizada.

—No digas eso…

—No me importa. Si debo perderme contigo, lo haré.

El reflejo en el lago comenzó a agitarse.
Una forma emergió bajo el agua: la misma figura de Liora, pero con cuernos retorcidos, piel grisácea y ojos vacíos. Elian la vio… y comprendió que era el rostro que lo observaba cada noche en los sueños.

La lamia salió del agua lentamente, goteando oscuridad. Liora cayó de rodillas, temblando, con las manos en el rostro.

—No la mires, Elian. Si lo haces, entrará en ti.

Pero él no apartó la vista.

La criatura habló con una voz que era un eco deformado de la suya:

—¿Por qué temes lo que ya eres, Liora? Él te eligió, y ahora su alma es nuestra.

Elian sintió una presión en el pecho, como si algo invisible intentara abrirle el corazón. La lamia extendió una mano hacia él, y el aire se volvió espeso, húmedo, con olor a azufre. Los árboles se inclinaron. El agua burbujeó.

Liora gritó.

—¡No!

Sus ojos humanos brillaron un segundo antes de hundir las manos en el pecho de la criatura. Ambas comenzaron a fusionarse, piel contra sombra, luz contra veneno.
Elian trató de acercarse, pero una fuerza invisible lo arrojó contra el suelo.

La voz de Liora resonó en su mente:

"No me sigas… si me amas, huye. Ella no soporta tu nombre dentro de mí."




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