Capítulo 8
El vínculo.
Elian gritó su nombre, pero el viento lo devoró.
Cuando la tormenta cesó, solo quedaba el lago en calma y una mancha de sangre flotando en el agua.
Esa noche, volvió a la cabaña. Encendió una vela, y el reflejo danzante le mostró algo en la pared: un mensaje escrito con una sustancia oscura, como si hubiera sido trazado con dedos ensangrentados.
》"El amor no la mata, Elian. La llama."
El fuego se apagó sin razón.
Y en la oscuridad total, una respiración familiar llenó el aire detrás de él.
Suave, húmeda, demasiado cerca.
—Te dije que no me buscaras —susurró Liora.
Su voz sonaba hermosa y terrible.
Elian se giró. Ella estaba allí, más pálida que nunca, los ojos completamente negros, el cuello adornado por una marca oscura similar a una raíz delgada que latía como una herida viva.
—¿Qué eres ahora? —preguntó él, confundido, con un hilo de voz.
—Lo que hiciste de mí —respondió ella. Y sonrió.
Esa sonrisa no era humana.
Elian sintió un escalofrío tan profundo que apenas pudo respirar. La vela se encendió otra vez, revelando que no estaban solos: detrás de Liora, decenas de sombras se movían por las paredes, repitiendo su rostro, su risa, su hambre.
Ella dio un paso hacia él, y el suelo tembló.
—No luches más, Elian. Ya no hay vuelta atrás. Tu me trajiste y yo voy a llevarte conmigo.
Su mano le rozó la mejilla. Él no se movió. No podía. La amaba. Y eso lo condenaba.
Liora lo besó, y en ese contacto sintió cómo algo se desprendía de su alma. Un hilo invisible, arrancado desde adentro.
Elian cerró los ojos y escuchó, aunque muy lejos, el sonido de su propio corazón apagándose lentamente.
Cuando los abrió, Liora había desaparecido.
Solo quedaba la marca oscura en su pecho.
El eco de su voz quedó flotando, suave, como una plegaria invertida:
"Hasta que el amor se pudra."
Y el silencio volvió a reinar.
Elian despertó antes del amanecer, con la sensación de que alguien lo observaba desde el rincón más oscuro de la habitación.
El aire estaba pesado, inmóvil, como si la noche se negara a irse.
Miró sus manos… y se tocó la marca, oscura, sinuosa y palpitante que extendía desde el centro de su pecho hasta el cuello, como una raíz que busca el corazón.
La tocó. Un ardor le atravesó el cuerpo, seguido de un susurro que no provenía del aire, sino de adentro. De su propio pecho.
"¿Me extrañas?"
Elian se levantó sobresaltado. El eco de la voz era tan claro que giró buscando a Liora, pero no había nadie.
Solo el espejo y su propio reflejo… y, por un instante, otro rostro tras el suyo: el de ella, Liora, con los ojos negros y la sonrisa rota.
Salió tambaleando de la habitación. La cabaña parecía más pequeña ahora. Afuera, el bosque lo esperaba con un silencio expectante.
Elian caminó hasta el pozo, intentando despejar la mente. Pero cada paso hacía vibrar la marca.
La escuchó otra vez, más dulce esta vez.
"No luches, Elian. Ya estamos unidos."
—No… —murmuró, apretando los dientes—. No eres ella.
"Soy lo que queda de ella… lo que tú trajiste."
El dolor se convirtió en placer. Una corriente tibia recorrió su espalda, un deseo inexplicable. Elian cayó de rodillas, jadeando, sintiendo el latido de la marca acompasado con el suyo.
Era como si ella respirara dentro de él.
El bosque se movió. Sombras se arrastraban entre los troncos, susurrando su nombre. Una figura se delineó a lo lejos: femenina, desnuda, envuelta en niebla.
Liora.
Elian quiso correr hacia ella, pero cada vez que intentaba avanzar, el suelo se alargaba, alejándola.
La figura sonrió.
—Te está llamando —dijo una voz a su espalda.
La bruja. Estaba ahí, con el rostro cubierto de hollín y los ojos encendidos.
—Esa marca es el vínculo. Si no lo rompes pronto, ella usará tu cuerpo para regresar del todo. Y si lo hace no quedará ni el recuerdo de este pueblo.
Elian la miró con desesperación.
—¿Cómo la rompo? —preguntó en seguida.
La bruja extendió una daga afilada.
—Con sangre. Su sangre o la tuya. Pero si fallas, lo que vive en tu pecho no morirá jamás.
Elian dudó. Miró el filo y luego su reflejo en el agua del pozo.
Liora lo observaba desde dentro del espejo líquido, con una ternura monstruosa.
"No escuches a la bruja, amor mío. Solo déjame volver a ti."
Las manos le temblaban. Sintió el impulso de hundirse en el pozo, de dejarla salir, de dejar de luchar. Pero un último pensamiento lo sostuvo: la risa de Liora cuando aún era humana, cuando el mundo no sabía su nombre ni su maldición.
—No —susurró, apretando la daga—. No te perderé así.