— Sonríe un poco que así te ves feo.
— Entonces, seguiré feo. Adiós— dijo yéndose porque su mamá había terminado.
Ella se despidió.
Luego caminaban y el niño le dice que tiene hambre y ella le contesta que creé que queda un paquete de arroz. Y en ese momento pasan frente a un restaurante y Edward mira unas personas comiendo una buena comida.
Un rato después estaban a la mesa con sus platos de arroz solo, salvó el poquito de mantequilla. Ella estaba orando en agradecimiento y el niño en reverencia, pero Edward miraba ese arroz solo. La madre terminó y el niño le pregunta que cuando llega su papá.
— Tú papá está ocupado con su nuevo trabajo, llegará después de medio día.
Edward levantó la cucharilla con arroz para comer, pero se detuvo al recordar aquellas personas de aquel restaurante con sus buenas comidas y quedó mirando fijamente el arroz.
Estaba sentado junto a sus compañeros que estaban destapando sus viandas, él destapó la suya y al igual que su familia era un arroz con un poquito de mantequilla. Miró las viandas de sus compañeros y no eran como la comida que vió Edward en aquel restaurante, pero por lo menos tenían acompañante. Pero aún así no se desanimó, sino que más bien cerró los ojos y dio gracias.
— Algún día saldré de la pobreza y la ambición no me interesa, simplemente quiero sacar los problemas de mi cabeza— rapeaba Edward en su cuarto con su pista desde su canaima y grababa su voz en un celular básico. Tenía su voz afinada, no era melódica, pero si justo la de un rapero.
En eso tocan su puerta.
— ¡¿Ah?!
Abren la puerta y es su madre quien se asoma.
— Ya es hora que te metas con Dios para que te de palabra para cuando vayas a predicar— dijo y cerró la puerta.