Edward quedó pensativo por unos segundos y como la pista seguía sonando prosiguió añadiendo:
— Tengo que dar una predicación, pero no me siento en posición, pues tengo el corazón en depresión y… — se detuvo a pensar.
Más tarde por la noche estaban todos viendo película sentados en los muebles. La casa no era pequeña y tenían alguna que otra comodidad como la mesa de seis sillas, porque antes de la crisis no eran pobres, pero tampoco billetudos, solo vivían bien.
Suena el celular de Edward que lo tenía en el bolsillo, él se levanta y se dirige a su cuarto
— ¿Qué pasó?— preguntó interesado y en voz baja.
— Mira, ya saqué la broma. No es tan larga porque tú sabes…— por como se oía era la voz de otro joven.
— No tranquilo— interrumpió— 'ta bien. Gracias por ayudarme.
— Dále.
— Dale.
Colgó y en seguida abren la puerta, pero sin asomarse preguntan:
— ¿Hijo?— la voz de su padre.
— ¿Ah?
— ¿Estás ocupado?— preguntó ya adentro.
— No, solo estaba hablando con un amigo.
— ¿Cómo te está yendo en el trabajo?— preguntó sentándose en la cama.
Edward se sienta junto a él y responde:
— Bien. Solo que da un poco de rabia ¿verdad?— el padre lo mira en silencio — Tanto trabajar y que no tengamos que comer.