— ¡Entonces no te muevas!— dijo detrás de él apuntándolo.
Edward estaba asustado y no podía ver lo que estaba sucediendo, solo oía su bici rodar y cuando sintió que el atracador se alejó miró un poco hacia atrás y justo lo miró el chamo también que se estaba subiendo en la bici. Edward pudo fijarse en su rostro, el chamo no lo miró detallándolo, solo lo hizo para ver si intentaba algo y finalmente se fueron.
Edward los miró alejarse y las ganas de llorar le pesaron tanto que cayó de rodillas llorando, no decía nada, solo derramaba lágrimas y moqueaba, miró hacia arriba y le gritó a Dios ¡te odio!
Luego entró en su casa y sus padres y hermano estaban mirando película (porque tenían cable), lo miraron con esa cara de llanto. Su madre se levantó a recibirlo preguntándole que pasó, él la abrazó fuerte y llorando le dijo que le robaron la bicicleta y ella lo abrazó como consuelo.
Al otro día, Edward estaba en su trabajo y una chama mayor que él; era bonita y de esas personas que vestían bien, se le acercó y le pidió dos kilos de yuca. Él la atendió y mientras lo hacía ella lo miraba porque le gustaba
— ¿Será que te apuras? me tengo que ir— no le dijo porque quería irse, sino buscando hablar con él.
Él solo le sonrió porque no tenía ganas ni de hablar, la tristeza le tenía la boca cocida. Le entregó su pedido, pero ella no lo tocó, sino que le pidió la ñapa, él le sonrió nuevamente y se la dio. Ella se fue con su sonrisa coqueta.
— Loco estás pega’o. Se te acercó esa belleza y no le dijiste nada.
— ¿Y que puedo ofrecerle yo a esa chama? nada más mira como se viste— dijo pesimista.
— ¡Jajaja! Tú si eres pendejo.
— Muchachos, aprovechen que no hay gente y vayan a almorzar— dijo su jefe.
Ellos salieron, su compañero se despidió y se fué, pero él quedó mirando a los lados, se alejó un poco y llamó a su madre
— ¿Aló?
— ¿Qué pasó? ¿conseguiste pa’ comer?