— No, hijo— respondió la voz decepcionada—. Le estoy haciendo una arepa a tu hermano con el poquito de harina que quedó, si quieres ven y la comparten por la mitad—. Edward quedó en silencio, no pensando lo que iba a decir, sino la lástima que sentía, esa impotencia—. ¿Edward?
— No, tranquila. Yo aguanto— colgó.
Miró a los lados como pensando que hacer y finalmente decidió caminar hacia la plaza. Al llegar miró un culto de personas que miraban algo, probablemente estaban cantando ya que se escuchaban como si lo hacían, pero lo que di se oía con claridad era la base de rap.
Edward se acercaba, pero miró a su izquierda y allá, no tan lejos había una parada con mucha gente y un autobús que acababa de llegar. Miró al culto de personas porque sentía curiosidad; se trataba de cantar lo que a él le gustaba, pero volvió a ver la parada porque se le ocurrió hacer algo, estaba indeciso, pero decidió ir hacía la parada.
En el trabajo, los trabajadores estaban comiendo, pero el papá de Edward estaba aparte y de espaldas, no tenía nada que comer por eso led dio la espalda, para no verlos comer, uno de los que comían lo miró y se dio cuenta
— Te alabo Padre porque tú eres bendito—decía él—, Tú no tienes la culpa de que estemos pasando esto.
En ese momento se agacha junto a él un compañero; ese que lo observó, poniendo una mano en su hombro y dándole una vianda con diferentes comidas y sonriéndole le dijo:
— Toma. Entre todos pusimos un poquito— le palmó el hombro y se fué.
Él quedó sorprendido mirando la comida en sus manos ya que era nuevo porque eso sucede es de una en un millón. Soltó las lágrimas y le agradeció a Dios.
Edward cantaba en un autobús un reggaetón no cristiano, pero por culpa de su nerviosismo se le fue el gallo o desafinó en la última parte, total le quedó feo y además cuando terminó le sobraron algunos segundos del coro, o sea, que cantó mas rápido de lo que debía. Él se dió cuenta e hizo una mueca. Solo dos o tres personas se rieron, pero no a los cuatro vientos
— Si alguien quiere colaborarme, por favor.