— ¿Y porqué no cantaste una cristiana?— preguntó su madre.
Esa fue la aguja que reventó el aire de presión que sentía Edward
— ¡Porque nadie escucha eso, mamá!
Hubo un momento de silencio repentino por esas palabras, su madre quedó sorprendida, Edward se dio cuenta que metió la pata, pero el silencio se rompió cuando su padre dijo levantándose
— ¡En está casa no se habla mal de Jehová!
— Mamá dice que tú no cantas ¿Y entonces como es que se ganó el pan?— preguntó el niño a su mamá.
Edward la miró y ella no supo que decir, se sintió descubierta, fuera de base. Su padre hizo una mueca sintiendo vergüenza y Edward se fué.
— La próxima vez que abras la boca te voy a dar tus correazos— le dijo molesta la madre apretándole la mano.
— ¡Papá!— exclamó pidiendo auxilio con ganas de llorar.
Ella se fue molesta.
— A mí no me veas. Tú madre tiene razón.
— ¡No te hablo!— expresó al ver qué su padre no lo defendió.
Edward hablaba con su amigo frente a su casa, recostados de la pared
— En vez de agradecerme porque no teníamos nada que comer, o por lo menos felicitarme, no, se pusieron fue a pelear y para remate Andrés dijo que ella me critica que yo no canto. Me dio tanta rabia.
— Tú Sabes que yo si te apoyo y cuentas conmigo para lo que sea—dijo poniendo la mano en su hombro—. A propósito, el pastor dijo que no te iba a poner en disciplina, que más bien te va a poner a predicar.
— ¿Dijo?— preguntó, pero sin interés.
— Si, y Natalia preguntó por ti.