— Mmm…— Edward no sintió interés por ella porque estaba pegado en como salir de la pobreza. Sino fuese por eso quizás si mostrará interés—. Me robaron la bicicleta.
— ¿Verdad?
— Si.
— ¿Y sabes quién fué?
— No, primera vez que lo ví.
¿Qué está pasando con ese muchacho?— preguntó el padre conversando con su esposa en su cuarto, disgustado.
— Jon, es verdad que se ha portado raro estos días, pero también hay que entenderlo, es un muchacho, esta situación lo está afectando. Mira que se esforzó por traer algo— él seguía disgustado como si eso no fuera una excusa— ¿porqué no hablas con él?— él miró un poco hacía otro lado y ella estiró la cabeza como para seguirle la mirada—Jon— no es que su nombre esté mal escrito, así se lo pusieron.
Finalmente suspiró un aire positivo.
— ¿Qué dicen los varones?—saludó un chamo que pasaba; uno alto, flaquito, de color y malandroso.
Ellos saludaron. Edward esperó que se alejara un poco y dijo:
— José si debe ser feliz, no trabaja y tiene dinero, tiene mujer y nadie se mete con él.
— Si… pero no tardará mucho, la Palabra dice que el que a hierro mata a hierro muere.
Esa cita bíblica resonó en la cabeza de Edward que estaba pensativo, y por un momento se imaginó en su cuarto parado frente al espejo y apuntó su reflejo con sus manos imaginando que tenía una pistola y que su reflejo era aquel desgraciado. Luego ese pensamiento era realidad, apuntaba su reflejo y cerró un ojo asegurando la puntería, recordó el rostro del mal nacido, recordó también que llevaba una gorra negra visera plana y una sudadera negra con