Nick borró esa sonrisa, no ofendido, más bien porque no esperó eso.
— ¿Qué voy a hacer dándote algo que va a llenar tu vista, pero no te va a dar para llenarte el estómago? Cómo eso que te dieron—agregó.
Edward miró el dinero en su mano y él continúo.
— Amigo, esa gente no aprecia lo que tú tienes— dijo señalándolos no con el dedo, sino con la mano abierta—. Les estás ofreciendo un diamante empolvado, ellos solo ven el polvo, pero si le quitamos ese polvo darán hasta la vida por el.
— ¿Le quitamos?—preguntó sin entender.
— Si— se dio cuenta que aún no entendía y dijo:—. A ver— dijo estirándole la mano esperando algo.
— ¿Qué?— preguntó sin entender qué quería.
— ¡El dinero!
Se lo dió y lo rompió en pedazos.
— ¡¿Qué haces?!
— ¡Escucha!— dijo poniendo la mano en su hombro—. Estoy es lástima — dijo mostrándole los pedazos del dinero. Los soltó y sacó del bolsillo cinco dólares—, esto es colaboración— se notaba que tenía más y Edward al mirar los cinco dólares abrió los ojos y los tomó—. Y hay más esperándote, si estás dispuesto— dijo quitando la mano de su hombro y le entendió la mano. Edward se la estrechó.
— Gracias, y, ¿Cómo hacemos pa’ cuadrar bien?
Nick le mostró el papel arrugado y luego le dijo que lo llamaba. Edward caminaba y volvió a sonreír, si, otra buena noticia en ese día y recordó lo que dijo la noche anterior: “a partir de mañana voy a mostrar lo que puedo hacer”.
Siguió sonriendo. Estando frente a la plaza miró otra vez el culto de gente, estaban rapeando, consultó la hora: dos para la una. Lo pensó bien y… ¡nah! A la basura el trabajo, estaba en su aura de alegría o para ser más exacto, de buenas noticias y mejor aún de música, además, esos cinco dólares eran