— ¡Si!— respondió Andrés con la boca llena.
— ¡Jon, ven acá!— lo llamó su esposa.
Él fue y al llegar a la cocina miró la masa, una pero la con queso y otra con un pedazo de jamón y su esposa preparándolas.
— Hola cariño.
— ¿Y esto? ¿tienes un enamorado?
Ella lo miró con una cara de “¿enserio?”
— Cariño, esto lo trajo Edward, se lo ganó con eso de su cantadera, así que quiero que te sientes tranquilo— le hablaba en voz baja para que aquellos no oyeran— y esperes las empanadas sin pelear. Ya hablamos con ese muchacho y decidió seguir con su broma. Él insistió en poner algo para la casa.
A Jon no le gustó otra vez que se ganara la comida de esa manera
— Yo creo que ese muchacho lo que está es robando, que cantadera ni que nada.
— Ya vas a empezar. Déjalo tranquilo.
— ¿Y si está robando hay que dejarlo tranquilo?
— Él no está robando, aquí nadie le enseñó eso.
Se callaron al sentir que alguien venía. Ellos entraron a lavar los platos
— ¿Cómo te fue hoy?
— Bien, ¿y a ti?
— Bien gracias a Dios. Tú madre me está diciendo que te ganaste eso cantando.