— Mira, préstame la bicicleta ahí pues, para hacer una vuelta más tarde.
— Ya la vendí, lacra— ahí empezaron con sus palabras ridículas de malandros.
— ¿Verdad? ¿a quién?
— Al loco de Marcos, se la dí anoche.
— Mmm.
— ¿ Qué pasó con la moto?
— Mi tío la va a usar esta noche.
— Mmm. Lacra, ve, cuando estemos allá me vas a grabar con el teléfono.
— ¿Rapeando con el pana?
— Si. Quiero que quede grabado todo. ¿Qué hora es?
— Diez y media— dijo consultando el reloj.
— Voy a cocinar algo y nos vamos para allá.
José iba por el centro con un bolso pesado y miró un local de comida por el que iba pasando y entró.
— Dame dos harinas y un espagueti.
Cerca de allí venía la novia de Víctor con una amiga, o lo que sea que fuera, total, le estaba contando que más tarde ella le tenía que planchar el cabello porque se iba a pulir. Resulta que es porque un chico que le parece atractivo la invitó al matiné, y se detuvieron porque a la novia de Víctor le llamó la atención un pantalón que estaba a la venta (un local de ropa). Ella cargaba una bolsa y llevaba verduras y aliños; los preparativos para una sopa
— ¿ Te gustó?
— Le voy a decir a Víctor que me lo compre.
José salió del local, había un local de por medio entre él y ella y caminando tropieza de hombro con un tipo, el tipo se disculpó
— Tranquilo, mano— contestó José.
Ellas miraron el choque porque fue como a dos o tres metros de ellas y la novia de Víctor reconoció esa voz, “tranquilo, mano”.