Edward corría lo más que podía Y al doblar una esquina y perder la plaza se detuvo a quitarse el suéter, la tiró y se puso su camisa y siguió corriendo por la solitaria carretera. Pero, cuando llegaba cerca de una esquina miró hacia atrás y al mirar chocó contra un tipo que salía de la esquina (otra calle) y ambos cayeron. Al hombre le debió haber dolido el batacazo que se dio el pobre celular (inteligente), porque venía distraído en él
— ¿¡Bueno, y qué, tú no ves!?
Edward no le respondió, solo miró hacía apresurado pensando o sintiendo que lo seguían y rápidamente se levantó para seguir
— ¡Ve! — dijo mirando el celular ¿Y si me hubieras partido el vidrio ¡ah!?— preguntaba el ogro acercándose.
— Chamo, ya perdóname. Sigue tu camino— decía y echaba vista a donde creía que podían venir.
— Sigue nada. Debería darte un trancazo para que aprendas a ver al frente.
Edward se molestó y sacó la pistola
— ¡Que te vayas! ¿No escuchas, estúpido?
El ogro se volvió princesa, porque del susto volvió a dejar caer el celular.
— Tranquilo, brother, tranquilo.
— ¡Que te vayas!— ululó él.
El tipo huyó por dónde vino y Edward siguió también echando un vistazo hacia atrás y pisando sin querer el pobre celular quebrándole la pantalla.
Llegó a su casa, su madre miraba la novela de la una o las dos
— ¿Y eso que llegaste tarde?
— Habían muchos clientes.
— Ahí está tu comida— señaló la mesa.
Luego se bañaba; cabeza gacha, pensativo, recordó ese momento de hace rato cuando le disparó en el centro del pecho al finado como se llame. Que raro, en vez de d estar feliz, alegre por su logro cómo creía que iba a estar, estaba abatido y asustado. Luego estaba a la mesa, alzó la cucharilla y le temblaba la mano.
— ¿Venías corriendo? Porque llegaste cansado y sudado.
— Si—dijo reaccionando y comiendo—. No voy a trabajar más tarde ni mañana.
— ¿Porqué?
— Me vine corriendo porque sonó un disparo en la plaza.
Su madre aspiró duro por la boca sorprendida.
— ¿¡Y qué era!?
— No sé. Yo al salir me vine.