— ¡Hay Dios mío!.
Edward se levantó dejando algo de comida y se dirigió a su cuarto
— ¿Y Andrés?
— En la calle.
— Voy a dormir, hoy fué pesado.
— Llama a tu jefe y dile que no irás hoy ni mañana.
— Si.
Entró a su cuarto y se acostó.
Más tarde por la noche Edward les contaba lo que pasó esa tarde a sus padres y estaba su hermano, también lo del supuesto disparo.
— Y .. tengo miedo, por eso no quiero ir mañana.
— …Si, mejor no vayas—respondió su padre—. ¿Y ya avisaste al trabajo?
— Si, dijeron que tampoco abrirán mañana. Voy a salir un rato.
Iba llegando a la casa de José y al parecer tenía una rumba, se escuchaba gente y ese fuerte reggaetón. Llamó a José, nadie, volvió a llamar; la puerta no estaba cerrada, estaba un poco abierta y al fin se asomó una chama, ¿y José? ella se fue a llamarlo y al momento llega este.
— ¿Qué pasó, lacra? pasa.
Edward pasó y entró a la casa, no había nadie, estaban en el patio trasero
— Vente—entraron a un cuarto y cerraron la puerta— ¿Qué pasó, cuentame ?
— Toma— le entregó el arma— ya ‘ta listo.
— ¿Lo mataste?
Edward recordó el momento en el que le disparó en el corazón y luego dijo:
— No. Le disparé en la pierna, igual que tú al chamo aquel.
— ¡No vale!—expresó decepcionado—. Tenías que darle en la cabeza, ahora ju gala vivo porque ese va a venir por ti—Edward guardaba silencio —. Pero bueno, es tú primera vez, al menos jalaste el gatillo.