Salieron del cuarto.
— Dale pues— le estiró la mano—. Voy a llegar.
— ¡No vale! ¿pa’ dónde vas? quédate un rato— hablaban fuerte a causa de la música—. Ven a conocer a unos amigos—Edward no quería, prefería su soledad, pero no quería ser descortés así que accedió y caminaron—. Apenas nos estamos conociendo ¿y ya te vas?
Llegaron al fondo, eran puro jóvenes, tenían alcohol y dos o tres fumando
— Mira, te lo presento— le dijo una chama que estaba sentada.
— Diana.
— Edward— le estrechó la mano.
— Y a este— señaló al que estaba junto a ella.
— Edwin.
El le dijo su nombre y le estrechó la mano. José lo llevó a los que bailaban.
— Mira, conozcan a éste pana aquí.
— Cristian.
— Kelvin.
Les estrechó la mano y salió la Chama de hace rato.
— Mira, esta es mi jeva.
— Edward.
— Mirel.
Se estrecharon la mano.
— Mira, hembréate a aquella chama— se la señaló; la que bailaba—. ¿No te gusta?
— ¿Cristina no es que se llama?
— Si.
— ¿No es jeva de ese chamo?
— No, la jeva de él es aquella.
— Diana— completo Mirel.