— Y ese pana le ha tirado, pero no le gusta, ¿quien quita y le gustes tú?
— Mmm. No claro, si está buena.
— Ah, bueno. Hembréala. O no, anda a sentarte y yo hablo con ella mejor.
Edward se sentó junto a los jóvenes que conoció primero y miró a los otros bailar.
— Toma— Edwin le ofreció un trago.
— No gracias— rechazó sin mucha firmeza.
— Un traguito— insistió él.
— Tómatelo vale— apoyó Diana.
Edward accedió. Terminó la canción, Diana fue a bailar porque comenzaba otra y Cristina se fue a sentar, pero José la llamó.
— ¿ Tú no bailas?— preguntó Edwin.
— No. ¿Y tú?
— Yo bailé ‘horita— se levantó a servir tragos. Le ofreció uno y se lo tomó.
—Mira, no te gusta el pana?— preguntó José a Cristina. Ella lo miró.
— No está mal, ¿porqué?
— Porque le gustaste y quería hablar contigo para que tú sabes no lo dejes mal, porque cómo no conoce a nadie todavía tú sabes está pega’o.
Se notaba que ella era de esas chamas salidas, Diana y Mírala parecían tranquilas, y Edwin llegó a repartir tragos.
— Dame un cigarro—pidió Cristina.