Edward estaba cómo un tonto mirando a los lados y Cristina se le sentó al lado.
— Hola.
— Hola.
— ¿ Cómo dijiste que te llamabas?
— Edward.
— ¿Tú bailas, Edward?
— No, pero si tú me enseñas si voy a saber.
Ella le ofreció del cigarro y él no quiso.
— Es bueno, ve, abre la boca.
— ¿Para qué?
— ¡Ábrela chamo!— expresó sonriendo y dándole un golpecito en el hombro. Él la abrió—. No la vayas a cerrar.
Echó un jalón al cigarro y se acercó con su boca a la de él y le sopló el humo, a él no le gustó y ella se echó a reír (pero no por maldad)
— Echa un jalón.
— No.
— Echa uno si quieres bailar conmigo.
— ¿Y tengo que hacerlo a juro pa’ bailar contigo?
— Si, pregúntale a quien tú quieras que yo no he bailado con alguien que no haya fumado.
— ¿Y ese pana con el que hiciste la vuelta anteayer?— le preguntó Edwin a José mirando a Edward.
— Si. La vuelta en la que me dejaste mal.