— No tengo ganas. Además, ¿qué hace Dios por uno?
— Edward ¿qué tú tienes? Últimamente andas raro, te has portado grosero con Jehová hablando cómo un completo mundano. Anteayer me llegaste con embustes y anoche olías a cigarro ¿estás fumando?
— No— cónchale, me olvidé de ese olor.
Ella achicó los ojos dudando.
— No, enserio, ellos eran los que estaban fumando.
— Debes alejarte cuando estén fumando mucho ¿no sabías que según los estudios más daño reciben los que están alrededor que el mismo fumador?
— Si.
— ¿Vas a ir o no?
— No.
— Bueno.
— La salvación es individual— comentó Andrés que pasaba.
— No me iré al infierno solo por no ir hoy a la iglesia— no lo dijo a la defensiva.
— Estaremos esperando al hermano Juan por si cambias de opinión— dijo su madre saliendo con Andrés.
— Ajá— consultó la hora, 05:35. Esperaba a José.
Cayó la noche. José salía de su casa y echa un vistazo a la esquina (dónde estaba la carretera) y estaba una joven sola y al parecer llamando, por la luz era un teléfono grande. José volvió a entrar por su pistola, la jóven como que escribía un mensaje, José se acercaba fijándose que no hubiera nadie más cerca y miró para atrás nadie tampoco, el momento justo. La chama volvió a ponerse el celular al oído