seguir viviendo en la pobreza, esa pobreza que cada vez se hace más pobre, hasta que muera.
Dos días después, domingo. En la iglesia alababan
— Por favor, Jehová, perdóname, yo tampoco quiero, pero lo haré esta vez— oraba Edward.
Escuchó algo y miró y era una hermana temblando “según ellos el Espíritu Santo”, miró a otra más por aquí y otra más por allá (esa iglesia no era a la que asistía Edward, era a la que asistía su amigo, una iglesia pentecostal, a la que asistía él era Bautista. Él asistió a esa por invitación de su amigo, ya que esa iglesia era más cerca, y así Edward no caminaba tanto) y la cantante diciéndoles, ¡recibe! ¡recibe! Y finalmente decidió irse. Caminaba alejándose de la iglesia y salió Luis.
— ¡He!— Edward se detuvo— ¿Porqué te vas?
— Yo no creo en eso.
— ¿En qué?
— En esos temblores, se siente un desorden.
— Pero esas son personas tomadas por el Espíritu.
— Respeto tú creencia, pero eso no es bíblico. Espero que respetes la mía.
— ¿ Qué?— preguntó confundido por lo que oyó.
— ¿Porqué Pablo no tembló, si era un gran hombre? ¿Porqué Jesucristo no tembló, si era perfecto? ¿Qué, esas hermanas se creen más santas que Jesucristo?
— No digas eso, yo lo he visto y sé que es el Espíritu Santo que los toma.
— Si esa tembladera es real ¿porqué tus pastores no tiemblan? no he sabido de uno que tiemble, ¿acaso ellos no lo tienen?— él lo miraba sin saber que responder—. Además, Dios no contesta todas las oraciones cómo dijo ese predicador.