Escuchar esos tiros. Así que se acercaron.
Luego estaba hospitalizado, Mical ahí con él llorando.
Luego llegó a su casa, Edward estaba echando sobre uno de los muebles, se notaba que estuvo llorando bastante y aún seguía derramando lágrimas, pero al ver a su mamá se levantó
— ¿ Cómo está?
Mical hizo esfuerzo por hablar
— El doctor dijo que corre peligro— volvió a llorar.
— Mamá…
Ella le dio una buena cachetada
— ¡Todo esto es por culpa de tus inventos!
Se fué a llorar a su cuarto, Edward quedó cómo pensando por un momento y se fué a su cuarto también, se arrodilló ante la cama y mirando arriba dijo llorando:
— Señor, mi padre no tiene la culpa de mis acciones, por favor, líbralo de la muerte y te prometo que a partir de este momento me entrego totalmente a ti. Por favor, escúchame.
Recostó la cabeza de la cama y siguió llorando, su madre también lloraba y Andrés dormía en su cuarto.
Otro día. Edward estaba a la mesa leyendo la biblia y tomando notas en el cuaderno. Luego estaba en la iglesia, un culto de jóvenes, pero el predicador era un adulto
— Porque Jehová es amor, pero…— esperó que alguien completara.
Edward levantó la mano y él le permitió
— También es fuego consumidor.
— ¡Amén!— el hombre estaba alegre, quizás por qué Edward estaba de vuelta o solo porque era su índole—. Dios es tan misericordioso que perdona todos nuestros pecados — dijo esto probándolos— ¿amén?
— Amén— respondieron algunos.
Edward levantó la mano una vez más.
— Falso— algunos voltearon a verlo con cara de “¿qué?”— hay un pecado que no es perdonado.
— ¿Y ese es…?
— La blasfemia contra el Espíritu Santo.
— ¡Amén! ¡Que Dios bendiga a nuestro hermano!
— Amén.
Otro día le estaba predicando a un mendigo
— Que el Señor te bendiga y te guarde— le soltó la mano.