— ¡Amén!— dijo el hombre que cargaba una bolsa con algunos mangos.
Edward lo mira alejarse y suelta un aire positivo, al parecer estaba feliz de hacer la obra.
Luego estaba en su casa leyendo la biblia y llega su madre
— ¿ Cómo sigue?
— Bien. Vamos mañana, quiere verte.
Al día siguiente entran a ver a su padre.
— ¡ Papá!
— ¡Hijo!
— ¿Bendición?
— Dios te bendiga— no estaba molesto, más bien contento de verlo y hasta le acariciaba el cabello—. ¿Cómo te ha ido?
— Bien, pero extrañándote.
— ¿Por qué no has querido verme?
— Porque no soporto esto— llegaban las ganas de llorar—. Papá, yo… yo quiero pedirte perdón— lloró.
— ¡Shhhh, shhhh! Hijo…
— Todo esto es mi culpa…
— Hijo…
— Fueron mis errores, y tú…
— Hijo, escucha— él calló—. Tú mamá me contó todo, que volviste al camino, que abandonaste la música y estás preservando— él dijo que si—. Ya con eso estás perdonado, además, le doy gracias a Dios que fué a mí y no a ti— Edward no entendió— , porque de este modo ambos estamos vivos. Ellos se vengaron de ti conmigo, ahora, si te