El viento era tan fuerte que casi podía arrastrar a las personas, las nubes habían
oscurecido aquel brillante día y la lluvia cayó mojando generosamente las tierras, Patricia y María
estaban admiradas de aquel suceso y en lugar de esconderse de la lluvia disfrutaban
bañarse en ella, pero Lucia estaba inquieta, su mirada se desvió hacia los árboles que
cubrían las ruinas de la majestuosa pirámide absorbida por la naturaleza, su rostro estaba tan
mojado que el agua inundaba sus ojos, pero ella juraría que detrás de aquel gran árbol
se había asomado una diosa, una figura con ropas extrañas y aspecto de catrina.
—¿Qué pasa Lucia? ¿Qué estas mirando? ¿Viste a un chico guapo? —le preguntan
sus amigas mientras se toman fotos bajo la lluvia.
—No es nada, creí ver algo, una mujer disfrazada. —murmura Lucia confundida.
—Seguramente fue una de esas personas que se visten típicamente para que se
tomen fotos con ellas, después podemos buscarla y tomarnos una. —expresa Patricia
mientras la toma del brazo.
—Sí… tal vez.
—La lluvia ya se quitó, tan bien que no la estábamos pasando, lo bueno es que las
nubes taparon el sol, así podremos caminar sin requemarnos. —expone María llena de
entusiasmo.
—¿Por qué no vamos a comer algo? —propone Lucia quien cree que la falta de
alimento le está haciendo ver cosas raras.
—¡Sí! vayamos a comer algo rico.
Lucia y sus amigas se van en busca de un lugar para comer y llegan a un pequeño
local donde piden platillos típicos, unos deliciosos sopes y unas quesadillas, después
de un rato las chicas siguen su recorrido y el tiempo vuela tan rápido que sin darse
cuenta llegan a su última actividad, el pasaje subterráneo.
—¿Ya son las seis de la tarde? —pregunta María sorprendida y añade —de lo bien que
la estoy pasando ni cuenta me di de la hora.
—Baja la voz o el guía nos va a sacar. —dice Patricia en voz baja.
—¡Bienvenidos sean todos los valientes que han decidido entrar a este pasaje
subterráneo! Muchos turistas se quejan del costo de este tour, pero los verdaderos
conocedores saben que vale la pena la inversión, este pasaje subterráneo data de
hace mil ochocientos años, y actualmente es uno de los lugares más sagrados del sitio
arqueológico, se recuperaron miles de objetos, entre ellos esculturas de piedra y
ornamentos de jade, se cree que este lugar era una puerta para ingresar al inframundo.
—¿A ustedes también se les erizó la piel? —pregunta Lucia llena de ansiedad.
—Sí, este lugar tiene muchas energías raras. —expone María con respeto.
—¡Que bajen la voz! —reitera Patricia molesta.
—¿Ustedes saben quién es el dios del inframundo según los aztecas? —pregunta el
guía con voz tenebrosa mientras alumbra su cara con la lámpara y añade emocionado
—su nombre era Mictlantecuhtl o Popocatzin, el señor del mictlan rey del inframundo,
no se sorprendan si caemos bajo maldición por pisar este lugar sagrado jajaja, estoy
bromeando, lo que sí, es que dicen que este cuerpo de agua representaba el rio donde
un perro te ayudaba a pasar nadando acuestas para así continuar con los otro ocho
niveles que te llevaran al reino de la muerte.
Aquel recorrido duro cuarenta minutos, cada paso que daban sofocaba más a Lucia, la
humedad y el olor de aquel lugar eran delirantes, el guía hizo una pausa para tomar
fotos cerca de aquel cuerpo de agua que había en el subterráneo, pero un extraño
temblor sacudió los corazones de las catorce personas que estaban ahí, incluidas Lucia
y sus amigas.
—¡¿Qué está pasando?! —se preguntan todos angustiados.
—¡No se preocupen! ¡guarden la calma! Salgamos de aquí en orden por favor.
De pronto la tierra volvió a sacudirse y todos gritaban desesperados, temerosos de
quedar enterrados vivos y huyeron de ahí despavoridos pues unos extraños gruñidos
les helaron la sangre, el pánico era tal que todos quedaron en completa oscuridad.
—¡María! ¡Patricia! ¿Me escuchan? ¿Están ahí? —Lucia mira a su alrededor, pero no
ve nada, sus amigas no le responden, de hecho, no escucha ningún ruido y el temor se
apodera de ella.
—No puede ser… ¿Qué está pasando? —el corazón de Lucia late a mil por hora y
entonces unos ojos brillantes se asoman en la oscuridad y esta pega un brinco
cayendo al agua.
—No… de nuevo esta sensación… voy a morir, no puedo respirar y la corriente me
lleva contra mi voluntad.
Lucia se hunde cada vez más y antes de perder la conciencia ve a un perro que se ha
metido al agua por ella, pero antes de que pudiera hacer algo ella ya había perdido el
conocimiento.
—Tu muerte en este mundo valdrá la pena… —susurra una voz entre las penumbras.