Aquella noche pasó con tal lentitud que Lucia construyó diferentes escenarios para
poder quitarse la vida antes de que esos hombres le pusieran una mano encima, no
pudo pegar el ojo en toda la noche, las miradas penetrantes de esos Tameme le
aceleraban el corazón, pero no podía entender como ese joven indígena no se
despegaba de ella, parecía un tecolote, con los ojos bien abiertos vigilando que sus
compañeros no se le acercaran.
—Ikal aquí tienes tu porción. —Suré le lanza un trozo de carne de conejo a la cara y
una pieza de cuero llena de agua y añade. —Cipacli dice que en veinte minutos
continuaremos con el viaje, estima que llegaremos al medio día.
—¿Qué estas mirando pálida? —Suré amenaza con el puño a Lucia pues esta lo miró
con desprecio.
—No lo veas así o te golpeara. —le dice Ikal a Lucia, pero ella no entiende nada de lo
que dice.
—Debes tener sed, toma, come y bebe algo, te daré mi porción. Debes estar
hambrienta.
—¡Suéltame! —Lucia avienta el pedazo de carne al suelo porque pensó que Ikal quería
lastimarla y este se pone de pie y va por el trozo de comida para sacudirle la tierra y
volvérselo a ofrecer.
—¡No! ¿Qué haces? Es comida, no está envenenada mira. —Ikal muerde un trozo y se
lo traga para que ella pueda confiar en él y lo mismo hace con el agua, bebe un poco
delante de ella.
—¿Por qué me das tu comida? —Le pregunta Lucia extrañada y como estaba indecisa
el Xoloitzcuintle terminó de robarse el trozo de carne.
—¡Ey! ¡no era para ti perro! —expresa Ikal frustrado.
—Escucha no soy tu enemigo, solo quería que comieras algo... —añadió con tristeza.
—Jajaja este sí que es tonto ¿Ikal por qué la alimentas si pronto morirá? No
desperdicies la comida, estúpido.
Sus compañeros se burlan de él, pero este los ignora.
—¿Ikal? —Lucia pronuncia su nombre. —¿así te llamas?
—¡Si! Ikal, muy bien, yo soy Ikal. —expresa con una sonrisa.
—¿Por qué reacciona así? debe ser su nombre.
—Lucia… yo soy Lucia. —murmura con timidez.
—Lu.. Lucia… ¿Ese es tu nombre? —los ojos de Ikal brillan al escuchar el nombre de
aquella chica misteriosa.
—¡Oye estúpido! Ya es hora de irnos.
—¡Oigan creo que se llama Lucia!
—Apresúrate, ya estoy harto de este viaje, necesito descansar.
Durante el viaje Lucia permaneció atada, con la misma mirada perdida, no podía dejar
de pensar en el colibrí que le habló, ahora sabía que el ave se refería a ellos cuando le
advirtió que no gritara ¿Quién era esa ave? ¿Y por qué podía hablar? Se pregunta llena
de dudas.
El sol era tan candente que Lucia ya estaba deshidratada, se sentía agotada, mareada
y muy deprimida, no había forma de escapar estaba atada con tanta fuerza que estaba
segura de que sus manos y tobillos ya estaban morados, aquel perro la miraba con
compasión como si estuviera frustrado de no poder hacer nada por ella.
—Perdóname por llamarte roñoso, ni siquiera me conoces y no me has abandonado,
eres un perrito muy fiel, así que voy a darte un nombre, te llamare ceniza, hoy me di
cuenta de que eres una chica. —Lucia le sonríe levemente y le pregunta. —dime algo
ceniza ¿Tú fuiste quien intentó sacarme del rio? Si es así… te lo agradezco, aun
que ya es demasiado tarde para mí.
—Ojalá pudiera entender lo que dice, así podría darle algo de consuelo, aun que dudo
mucho que eso le sirva ahora, está a punto de ser sacrificada a unos dioses que ni
conoce. —se dice Ikal en sus adentros.
Después de un largo viaje por fin habían llegado a su destino, justo frente a ellos se
encontraba la gran ciudad de Tenochtitlán.
—¡Sí! ¡por fin llegamos a casa! —gritan todos con buen humor.
Lucia no podía creer lo que sus ojos estaban viendo, parecía que estaba en el paraíso,
había escuchado hablar acerca de la belleza del México antiguo incluso de Aztlán la
ciudad legendaria de los Mexicas, fue ahí donde supo donde se encontraba, aquella
ciudad estaba construida entre canales y champinas, completamente rodeada de agua
había hermosas calzadas y puertas que regulaban el paso, tenía un área de
aproximadamente siete a doce kilómetros cuadrados, había muchas personas en
canoas y varias de ellas comerciaban en forma de trueque, todo era precioso, su
encanto visual terminó cuando se adentró aún más a la cuidad todos la miraban con tal
seriedad que se preocupaba, nunca antes se sintió rara o diferente, hasta que vió como
se susurraban entre ellos al verla pasar ¿Era su ropa? ¿Su aspecto? No, era el hecho
de que iba en camino a ser sacrificada.
—Ya no tengo duda de donde me encuentro… por extraño que parezca viajé en el
tiempo y ahora estoy en el pasado quinientos años atrás, antes de la llegada de los
españoles… estoy en Tenochtitlán y seré llevada a uno de esos altares como ofrenda a
los dioses… —Lucia comienza a temblar, había leído todo sobre los aztecas en los
libros de historia, sabia lo crueles que eran y que una vez que te veían como un
prospecto para ser un sacrificio no había marcha atrás, estaba a punto de experimentar
en carne propia el horror de aquellas pinturas, o le cortarían la cabeza y le abrirían el
pecho para sacar su corazón o le arrancarían las extremidades de un solo.
—Lo que sea que me haya traído aquí ¿Enserio me trajo para esto?
Lucia estaba en shock nada de esto tenía sentido, se sentía atrapada y confundida,
después de un recorrido por fin se adentran más a la ciudad llegando al templo mayor,
el macuilcalli, el lugar de las cinco casas o las cinco lluvias en donde se sacrificaban los