TZILACATZIN EL GUERRERO OTOMÍ
La noche en el palacio era animada, había bebida y comida en abundancia, las
prostitutas hacían compañía a los guerreros y también al Tlatoani, aunque este tenía
varias esposas y cientos de concubinas, no se privaba de los placeres carnales, tanto
así, que se corría el rumor de que tenía preñadas a siento cincuenta mujeres al mismo
tiempo.
—Bienvenido mi valiente gurrero. —Quetzalli acaricia el brazo de Tzilacatzin erizándole
la piel, ella era una mujer bella de piel morena y cabello trenzado, su cuerpo era
curvilíneo y deseable, su maquillaje seductor y sus dientes pintados de rojo, su piel
estaba pintada de amarillo y la hacían ver mística y hechizante, Tzilacatzin la deseaba
con locura, estaban enamorados, pero ella era una prostituta y amaba su labor más
que nada en el mundo, el arte de la seducción le parecía excitante, pero su guerrero
Jaguar era su preferido, entre todos sus múltiples amantes, tanto así que estaba
perfumada con aloe y flores del campo para seducirlo aún más.
—Ni siquiera Tlazoltéotl se compara contigo (diosa de la seducción y la lujuria)
—No digas eso, o harás que la diosa se enfade conmigo. —le dice Quetzalli a
Tzilacatzin mientras le sonríe coquetamente.
El tlatoani los interrumpe tomando la palabra.
—Durante su ausencia tuvimos varios milagros en la ceremonia a Quetzalcóatl, un
grupo de guerreros tameme capturó a una mujer extranjera de aspecto inusual y una
vez que iba a ser sacrificada, dos de los dioses principales se manifestaron como
nunca antes se había visto, al menos no desde hace mucho, ninguno de nosotros pudo
entender lo que Huitzilopochtli le dijo a la mujer, pero si entendimos lo que el dios
Quetzalcoatl nos ordenó, dijo que no lastimáramos a la mujer y dejó caer una de sus
plumas sobre ella mostrándole su favor, al igual que Tzilacatzin esta mujer es
bendecida por los dioses y no debe ser considerada extranjera solo por ser más clara
que nosotros, pues al final los dioses la han aprobado como una mexica.
Los susurros no se hacen esperar y todos quedan atónitos con las palabras del rey.
—Por esta razón, la mujer cenará con nosotros ¡háganla pasar! Todos quedan a la
espera de la mujer que aparecerá en la puerta y sus pupilas se fijan en aquel lugar.
Lucia daba pasos cortos pero firmes, usaba un vestido azul turquesa conformado de
dos piezas, los acabados eran preciosos, sus sandalias estaban adornadas con joyas y
perlas de mucho valor, le habían puesto pulseras y collares de oro y jade mientras que
su hermoso cabello negro y largo estaba adornado por la pluma de la serpiente
emplumada, una vez que quedó a la vista de todos los presentes los enmudeció con su
increíble belleza.
—Me quité el penacho porque era demasiado ostentoso y pesado… —expone Lucia
con timidez.
—Ah, está bien querida ¿Cuál es tu nombre? —pregunta Moctezuma interesado, sus
ojos la recorrían de pies a cabeza, pues era un verdadero deleite verla.
—Me llamo Lucia… —responde con timidez al sentir que todos la miraban.
—Con razón los dioses te favorecen, Lucia, tu belleza es indescriptible, aun que tu
nombre me parece extraño, preferiría nombrarte Iztacihuatl (significa mujer blanca)
Lucia frunció levemente el ceño, estaba molesta por que le cambiaran el nombre, pues
no era un animal que recién habían adoptado.
—Cabe mencionar que hasta hace unas horas Iztaccíhuatl no hablaba nuestra lengua,
pero al igual que Tzilacatzin ella ahora entiende el idioma de los dioses.
Hasta ese momento Lucia no despegaba la mirada del suelo, pero al alzar la vista
cruzó la mirada con el Guerrero otomí el cual la miraba con fuerza y profundidad,
intimidándola al instante.
Quetzalli miró a su amado ¿Sería cierto todo lo que cuenta el tlatoani? — Se
preguntaba aquella prostituta, si bien ella sabía la historia, no lo pudo presenciar más
que, de lejos, pues estaba ocupada en sus tareas, al ver a Lucia ella se llenó de celos,
era tan bella que la hacía sentir insegura.
—¿Qué fue lo que te dijo Huitzilopochtli exactamente? –le pregunta el tlatoani sin
quitarle los ojos de encima.
—Me dijo que estaría a salvo… —Lucia les miente pues no confía en ellos.
—Mmm, ya veo, al parecer tienen un propósito contigo, a partir de ahora tendrás un
título de princesa y... —Lucia lo interrumpe dejando a todos desconcertados pues esto
no se le hace a un rey.
—No lo quiero. —dice ella tajante.
—¿No lo quieres? —una risa incrédula se le escapa al tlatoani.
—Lo único que quiero es que respeten mi vida y que me dejen irme a casa.
—¿A casa? ¿de dónde eres?
—De una tierra lejana…
—Lo siento mi querida Iztacihuatl pero los dioses nos pidieron mantenerte a salvo,
hasta que ellos nos indiquen que cumplieron su propósito contigo te dejaremos ir a tu
país, te doy mi palabra de que nadie te lastimara y que podrás gozar de un título de
nobleza a partir de ahora, así que acércate, cena con nosotros.
—Y cómo te lo prometí, mi valiente gurrero, te daré mi regalo en muestra de mi gratitud
a tu fiel servicio, mi querido guerrero rapado, te daré a Iztaccíhuatl como esposa, así
los ungidos por los dioses serán una sola carne, estoy seguro de que es lo que ellos
quieren por eso los escogieron, su unión será en unos meses, cuando toda esta
maravillosa conmoción haya pasado.
—Los ojos de Lucia y de Tzilacatzin se abren de par en par y en sus rostros se puede
ver la sorpresa, pues ninguno se lo esperaba, por otro lado, Quetzalli aprieta los labios