El regreso de los dioses

Una viajera de otro tiempo 2

Aun a pesar de la amarga compañía que tenia Lucia, se conformaba con tener a Ceniza y a Ikal de su lado, ellos hacían que su incertidumbre y su miedo fuera menos doloroso, Ikal le mostraba todas las costumbres de su pueblo y aunque Lucia había leído todo eso en sus libros de historia, nada se comparaba con la majestuosidad de aquellas costumbres prehispánicas.

Las mujeres tenían un papel muy importante, ellas se encargaban de las tareas del hogar y educaban a sus hijos con diligencia, los hombres se dedicaban a la agricultura, el trabajo y trataban de incluir a sus hijos en sus actividades para transmitirles su conocimiento, el maíz era su principal cultivo y el cacao era utilizado para comercializar con el.

Los aztecas tenían diecinueve fiestas diferentes, una de las más importantes era el festival de la lluvia, celebraban con sacrificios humanos, tales como el ahogamiento bajo el agua y las mutilaciones.

—¿Y que es lo que hacen en sus ratos libres? —le preguntó Lucia a Ikal.

—Bueno, hacemos muchas cosas, carreras, cazamos, pescamos, practicamos remos y navegación, además de gimnasia y halterofilia, lucha, entre otras cosas.

—Guao, por eso son tan fornidos y saludables. —el sol estaba fuerte ese día y hacia mucho calor, Lucia deseaba tomar algo refrescante.

—¿Estas bien? —le preguntó Ikal preocupado de verla sudar tanto.

—Se me antoja un refresco…con mucho hielo. —exclamó Lucia sin pensar.

—¿Qué es un refresco?

—Ah, nada, olvídalo, jaja…solo tengo ganas de tomar agua o algo refrescante.

—Oh, podemos conseguir pulque si quieres, es una bebida típica de aquí.

—¿Tienes dinero? Yo no tengo ni una moneda.

—No se que es eso, pero conseguiremos el pulque por medio de un trueque.

—¿Un trueque? —preguntó Lucia emocionada.

—¡Si! Tengo cacao, con eso podemos obtener la bebida y algo rico de comer. —exclamó Ikal lleno de alegría.

Lucia tenia curiosidad por saber cuántos años tenía Ikal, no se veía mayor de veinte años, él no era muy alto, tenía un cuerpo atlético y delgado, era de piel canela y ojos expresivos, bien parecido y con una sonrisa bonita, tenia el cabello hasta los hombros rapado de ambos lados y se peinaba con el cabello recogido, todos tenían el torso descubierto y solo un tapa rabos les cubría sus partes íntimas, era muy común para ellos.

Una vez que Ikal regresó, le entrego el pulque, Lucia pensaba que tendría el mismo sabor a la bebida que había probado en su visita a las pirámides, pero al probarlo sus ojos se abrieron de golpe, pues era delicioso, parecía una bebida especial y muy sabrosa

—¿Te gusta? —le preguntó Ikal con una sonrisa.

—¡Me encanta! Podría beberlo en cuestión de segundos.

—¡No lo hagas! Podrías embriagarte.

—Solo bromeaba, esta bebida también la conozco como agua miel. —expresó Lucia con nostalgia.

—¿En tu hogar también tiene pulque?

—Si, pulque, cacao y maguey.

—Suena como otra Tenochtitlán jaja.

—Si, pero el lugar de donde vengo se llama México, es un país hermoso, lleno de gente maravillosa y tradiciones mágicas, aun que es muy diferente aquí…

—¿No te gusta este lugar?

—¿Cómo no podría gustarme mi tierra? Ser mexicana es un orgullo, todo esto corre por mis venas.

—Hablas como si vinieras de otra época.

—Digamos que también soy Mexica, pero de otra era.

—¿Otra era? Osea que…

—Ikal…yo vengo del futuro, no sé cómo llegue aqui, tengo muchas dudas y lo poco que se, no me ayuda en nada, fui raptada por tus dioses de mi línea temporal, por alguna razón me trajeron a tu mundo, nos separan casi quinientos años de diferencia, mi país México es Tenochtitlan en el futuro, yo no pertenezco a qui…tengo miedo de no poder regresar a mi época y quedarme prisionera en un tiempo que no me corresponde.

Todo lo que Lucia le decía a Ikal era demasiado para él, así que no pudo evitar marearse y desmayarse.

—Yo…

—¡Ikal! —Lucia lo detuvo en sus brazos y comenzó ha echarle aire en la cara y a soplarle, se sentía muy mal de haberle contado todo de golpe.

—¡Oye! ¿Qué demonios le hiciste? —le cuestionaron los otros soldados Tameme.

—No le hice nada, se desmayo de repente. —contestó Lucia con preocupación.

—Más te vale que no se haya muerto pálida, es prácticamente nuestro criado. —exclamó Quizani con fastidio.

—Cállense y ayúdenme a despertarlo.

—¿Cómo te atreves hablarnos así? ¿quieres que te tiremos al agua?

Poco a poco, empezaba a despertar Ikal, Ceniza le lamia con insistencia toda la cara, el mal aliento de aquella perrita fue quien termino por despertarlo.

—¡Ikal! ¿estas bien?

—Oye basura no nos des esos sustos ¿Por qué te desmayaste de repente? ¿Qué fue lo que te dijo la pálida?

—No la llamen así… no fue su culpa, es solo que hace mucho calor.

—Que debilucho eres, vámonos chicos, terminemos nuestro pulque lejos de estas mujeres.

—Lamento haberte contado todo de repente, debes creer que estoy loca. —le dijo Lucia apenada.

—¿Qué? No, no fue tu culpa, enserio me desmalle por el calor que hace jajaja…jeje.

—Pero es que te vez tan angustiado, que yo creí que…

—Enserio estoy bien jeje…solo necesito refrescarme el cuello.

—Estas hasta temblando.

—Gracias por contármelo todo, la verdad desde que te vi, supe que no eras de este mundo, hasta llegué a creer que eras una diosa. —le dijo apenado y con las mejillas rosadas y añadió. —pero te creo, el idioma que hablabas nunca lo había escuchado antes y tu apariencia es diferente a la nuestra, aun que si tienes un parecido a alguien.

—¿A quién?

—A una antigua diosa llamada Mayahuel.

—Mayahuel… escuche que tus dioses pronunciaron ese nombre ¿Quién es esa diosa?

—Bueno…ella fue…

 

 

 




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